Una de las decisiones importante que no hizo mayor ruido el año pasado, fue el tope a las comisiones establecido para administradoras de Afores. Lo cierto es que la falta de regulación hacía que las prácticas de los bancos y administradoras fueran, en el mejor de los casos, mediocres, y en el peor predatorias, pues su ganancia se generaba automáticamente al gestionar fondos de constitución y mantenimiento obligatorios para los trabajadores.
Los funcionarios que antes estaban en la Consar se lamentan pero su argumentación es bastante tautológica. Dicen que poner un tope a las comisiones fue malo porque, como los números muestran, se redujeron las ganancias para las administradoras. Es decir, su evidencia es la propia decisión.
Las privatizaciones en masa que ocurrieron en las décadas de los 80 y 90, obedecieron a un discurso ideológico, efectivamente, que canoniza lo privado y sataniza lo público. Esa convicción, en sentido contrario, es la que conserva la élite política mexicana de hoy, que paradójicamente es anti privatizaciones pero también es anti estatista. Ni quieren contratos con particulares ni quieren expansión de las instituciones públicas. Es algo muy raro, y creo que no acaban de descifrar su brújula. Lo que quieren es que con poco alcance para todos, y todo sea gratuito, o algo así. Sin embargo, esas privatizaciones, específicamente, también obedecían a décadas de resultados pobres en la administración de bienes públicos.
Las empresas del estado ni eran productivas ni lo pretendían, y las instituciones de salud y vivienda eran vistas como puestos tan políticos como una diputación o una secretaría de estado. Los incentivos, huelga decir, también eran políticos y por ende no importaba el balance financiero de ninguna.
Es útil, para explicar la lógica que siguió el IMSS durante las últimas décadas, utilizar ejemplos como el de la Comisión Federal de Electricidad, que liquidó sus activos mientras subía la demanda de electricidad, inexplicablemente; o las concesiones a todos los servicios de los órganos de readaptación. Dicen que la corrupción dentro de las prisiones en razón de los contratos con particulares, son escandalosos y generalizados. Como quiera que sea, de repente salen datos, cifras y alertas, que tienen un común denominador: el sistema de seguridad social (pensiones y atención médica) siguen una tendencia de precarización en insuficiencia que parece irreversible.
Para un posible desenlace de esta historia, véase lo que está pasando en Francia, porque hacia allá vamos. Una de las coordenadas de preocupación es la demográfica. Nunca antes habíamos tenido tantos viejos que vivieran tanto, y esa tendencia va a acentuarse.
En 20 años, todo indica, seremos, ahora sí, un país de viejos. Y a la vez, nunca antes había estado tanta gente o en la informalidad o en la “independencia”, que es una subordinación disfrazada, porque son empleados temporales que dependen de un solo patrón estacional, pero sin prestaciones, sin cotizar nada para su futuro ni contribuir al mantenimiento de los pensionados de hoy. Los han convencido de que son muy libres y creativos porque trabajan 8 meses al año y los otros 4 andan de plastas en playas y pueblos narcóticos.
Otra de las coordenadas es la ampliación de la base fiscal y el aumento de la recaudación. En este aspecto, el gobierno, al prohibir la condonación fiscal constitucionalmente, sentó las bases para la recuperación eventual de México como economía grande. Nunca antes, porcentualmente, había existido tanto ingreso proveniente de los denominados Grandes Contribuyentes. Lo que también se requiere, es la ampliación de la base fiscal.
Esto puede lograrse de dos maneras: emprendiendo una campaña de formalización masiva, lo que se ha intentado varias veces y se antoja imposible en una sociedad que ni siquiera cree en el interés público y no distingue entre un impuesto y una confiscación abusiva, o; reduciendo considerablemente el impuesto a la riqueza y a la producción, y aumentando considerablemente el impuesto al consumo y a las transacciones bursátiles. Esto se ve un poco más viable, pero electoralmente es tan costoso que nadie se atrevería a proponerlo en el escenario político actual, y quizás nunca. Pero algo es algo.