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Soledad policial

Soledad policial

Columnas lunes 28 de septiembre de 2020 -

La función policial no es tan sólo de alto riesgo, sino también de profunda soledad. Nos hemos habituado a observar cómo muchos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley son violentados sin que nadie, salvo en contados casos, los auxilie.
El dilema de “quién cuida al policía” es añejo, pero no debe perder vigencia. Hay quienes piensan que un policía está preparado para ser agredido. Es falso. El policía es un ser humano que, si bien cuenta con habilidades que le permiten velar por la seguridad de los demás y la propia ante circunstancias de riesgo, también está expuesto a escenarios no previsibles.
Ejemplos de su vulnerabilidad hay muchos. Desde los ataques a traición ante la facilidad de identificarlos por su uniforme y patrulla, hasta las asimetrías por número o capacidad de fuego.
En días pasados recibí un video digno de reflexión.
La historia se desarrolla en una sala de juicios orales en presencia de las partes intervinientes. El policía procesal resguarda al imputado mientras lo sienta a lado de la defensa. Súbitamente, el procesado forcejea con el policía, aparentemente para desarmarlo.
Todos obervan y se ponen de pie. Separan de la escena centímetros de distancia a los integrantes de la defensa y no más de dos metros a los representantes de la fiscalía y funcionarios judiciales. A cuadro se distinguen cuatro hombres y tres mujeres. Cuando el policía pierde ventaja sobre el atacante, todos corren. Huyen dejando a su suerte al uniformado. Milagrosamente, aparece un refuerzo policial que ayuda a controlar la situación.
¿Era el deber de los presentes auxiliar al policía en apuros? Legalmente, no. Éticamente, sin duda alguna. Ese dilema es parte de la cotidaneidad: el policía tiene el deber de cuidarnos y no nosotros al policía. Un sector de la sociedad ha trasladado su instinto protector a otras causas, como la del maltrato animal, por ejemplo. La sociedad ha abandonado, cansada, al propio ciudadando. En palabras de Nietzsche en su “Genealogía de la Moral”:
“El hombre, no hay duda, se ha vuelto cada vez ‘mejor’. Al perder el miedo al hombre, hemos perdido también el amor a él, el respeto a él, la esperanza en él, y más aún, la voluntad de él”. Y los policías son humanos.
Nada es más debatible en estos tiempos —en que los valores parecen reservados a nostálgicos del pasado— que la honorabilidad de los cuerpos de seguridad. Es cierto. Como cierto es que en los tres órdenes de gobierno, diariamente se tejen historias que, de conocerse, devolverían la fe en las corporaciones de policía.
El video exhibe a siete ciudadanos en condiciones de auxiliar a un elemento policial en riesgo. Siete ciudadanos que, a juzgar del lugar y rol que ocupan en la escena, son responsables, desde sus respectivas posiciones, de impratir y procurar justicia.
Ninguno pensó en socorrer a quien habitualmente asiste a los demás. Y eso, creo, los despoja de su calidad de “justos”. Como la profunda soledad policial que, a juzgar de escenas similares, despoja a los policías de su calidad de humanos ante la mirada de aquellos a quienes cuidan.
Esto tiene que parar.


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/CR

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