Cuando reflexionamos sobre todas las repercusiones de la pandemia y cómo éstas se produjeron en el marco de la innegable relación que existe entre la alimentación, el medio ambiente y la sociedad; la efectividad de procesos que muchas veces obviamos pasó a reflejar que el agro mexicano y la sostenibilidad de la agricultura, presentan hoy, deficiencias que, además del deterioro, se traducen en una cantidad incontable de retos.
El contexto de la contingencia sanitaria nos ha enseñado a trabajar con mayor unidad y a diseñar protocolos cada vez más específicos para su implementación en la infraestructura y la logística de las actividades. Asimismo, hemos contemplado la importancia que guarda la cooperación internacional, regional y de los sectores público y privado. En ese sentido, el intercambio de experiencias, así como la aproximación intradisciplinaria al abordar este escenario, pueden convertirse, entonces, en uno de los métodos más efectivos para construir una estrategia más productiva, profunda y aterrizada a la realidad social y ambiental de nuestro territorio.
Todo lo anterior, acentúa la responsabilidad que tienen los Estados de cara a intervenir y coordinar los instrumentos encaminados al aseguramiento de la disponibilidad alimentaria y la sustentabilidad agrícola frente a la pandemia. De ahí el deber, cada vez mayor, de implementar mecanismos efectivos para evitar mayores complicaciones, generando mayor conciencia entre la producción, las empresas, los gobiernos y los consumidores.
De acuerdo con la OCDE, a inicios de la crisis sanitaria, el sistema alimentario mundial estaba bien abastecido de los principales productos básicos debido a la acumulación de existencias y a las buenas cosechas de América del Sur y otras partes del mundo. Si bien es destacable que este sector se ha visto forzado a adaptarse dentro de la crisis, no es menos relevante que existen temas pendientes por garantizar, por ejemplo, el acceso a la seguridad social de las y los trabajadores del campo que han sido históricamente olvidados, o el financiamiento de las actividades productivas que muchas veces benefician sólo a algunos sectores. Por otra parte, uno de los principales retos que enfrentamos es el de promover un consumo más sano y responsable de los productos alimenticios, a fin de reducir enfermedades que ponen en riesgo a un importante porcentaje de la población y, que a su vez, se potencializan dentro de la pandemia en una corresponsabilidad de las empresas de alimentos procesados, del gobierno sobre el acceso a los alimentos que se encuentran en el mercado y de la sociedad para tener una mayor conciencia de lo que consume.
La situación de la agricultura y otras actividades relacionadas con la provisión alimentaria representa un reto y una oportunidad de reactivar la economía y el desarrollo integral, a través del empoderamiento del campo, generando la soberanía y seguridad alimentaria que, en conjunto, conserven y promuevan el valor biológico y cultural de nuestro país.