Una vez más, la educación es asunto de pobres y ricos

Columnas martes 25 de agosto de 2020 -

Nada puede transformar la vida de una persona como la educación. Genera confianza y regala a las personas una voz. Además de sus evidentes beneficios para una vida más plena y mejor, la educación puede contribuir a la mejora de la sociedad en su conjunto; una sociedad en la que la gente sea consciente de sus derechos y deberes. Pensamos que la educación debe incidir en el desarrollo integral de la persona sobre los cuatro pilares del aprendizaje –aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir–.

Hay que entender estos pilares como un todo y no como componentes individuales dirigidos a alimentar distintas estrategias educativas. No resultaría apropiado, por ejemplo, desarrollar las competencias cognitivas desconectadas de los valores éticos y sociales que guían la construcción de sociedades más justas.

El Covid ha impuesto una nueva realidad, la pandemia de coronavirus, que se ha cobrado unas 60.000 vidas entre más de 550.000 casos confirmados, todavía es demasiado peligrosa para permitir que los niños regresen al aula.

Así, la salud rebasó a la inseguridad como máxima preocupación de los mexicanos, los números dados por las autoridades diariamente y la publicitación de ellos ha provocado un ambiente de temor que se respira en cada espacio de México. Es común que cada uno vivamos al Covid cada vez más de cerca. La enfermedad se acerca a nuestro círculo más íntimo y nuestro entorno, o nosotros mismos, ha sido ya infectado.

En esta dinámica la escuela se trasladó a nuestra casa. “Quédate en tu casa” se ha convertido la cotidianidad y, en ella, tenemos que garantizar el derecho a la educación desde la realidad del confinamiento. Entonces, si la ley requiere que todos los niños mexicanos reciban una educación pública, el gobierno ha decidido que la mejor manera de hacerlo es a través de las ondas electromagnéticas, dado que el 93% de los hogares cuenta con televisión.

Son 30.4 millones de alumnos los que regresaron a clases a distancia, pero no todos cuentan con los mismos recursos para poder continuar con su aprendizaje, en particular, los estudiantes que provienen de contextos de mayor vulnerabilidad, situación de la que han alertado organismos internacionales. La emergencia sanitaria ha expuesto la fragilidad del sistema educativo y amplió la brecha de inequidad.

Pero es un hecho que el aprendizaje a distancia es difícil incluso en los países desarrollados. Pero en lugares como México, tomar esa clase de inglés o matemáticas en línea no es tan fácil: solo el 56% de los hogares tiene acceso a Internet, según estadísticas del gobierno, pero la situación es muy diferente en comunidades rurales porque la proporción disminuye hasta el 23.4% que cuenta con internet.

En México, muchos de los hogares, principalmente los rurales e indígenas, no cuentan con las condiciones para que sus alumnos sigan las clases o entreguen tareas que se les exige, lo que afecta a los alumnos de forma desproporcionada”.

Una vez más, la educación se convierte en un asunto de pobres y ricos. Quienes no tengan acceso a una televisión, computadora o internet perderán la posibilidad de acceder a una forma de educación más sólida.

No podemos olvidar que uno de los compromisos centrales de este gobierno es llevar el acceso a internet a toda la población, pero aún queda el tema de la oportunidad para poseer varios dispositivos, ya que son el medio para hacer del aprendizaje una práctica interactiva para los alumnos.

El Estado mexicano se enfrenta a nuevas realidades para garantizar el derecho a la educación, pues no se trata sólo de el acceso televisivo. El aprendizaje depende de las condiciones sociales donde se insertan l@s alumn@s. No podemos seguir con la herencia de tener alumn@s de primera y segunda en el que se asentó el sistema educativo del neoliberalismo.