Por años, sociedades y gobiernos hicieron todo por separarnos, crearon y administraron las diferencias, fuimos pecado, fuimos enfermedad, fuimos delito, hoy somos personas después de muchas batallas de quienes estuvieron antes de nosotros, sin embargo, para la legislación y las políticas públicas todavía somos agenda pendiente, el patriarcado nos ha dejado en el armario de los ciudadanos de segunda que reposan sobre un dualismo jerárquico, la división social del binomio de opuestos. El bien y el mal.
Estamos a un año de saber quién va a gobernar México hasta el 2030, todo indica que será un gobierno de continuidad de la transformación, pero, ¿la izquierda en turno es verdaderamente progresista?. A nivel mundial en países desarrollados como Alemania, Estados Unidos, Australia, Bélgica, más del 10% de la población se declara abiertamente de la diversidad sexual, en México según datos del INEGI sólo el 5%, y de este porcentaje, menos de medio millón son lesbianas, entonces pienso, ¿por qué en México sigue costando tanto asumirse como parte de la población LGBTIQ+?.
Nuestros dogmas religiosos, políticos y sociales siguen siendo una barrera para ejercer la libertad de ser y amar, somos gobernados por la izquierda, tuvimos la capacidad de elegir un nuevo orden de gobierno con el anhelo de vivir mejor, en la construcción de un país de iguales desde una sociedad que se recarga por tradición en la desigualdad separatista de la derecha.
Hemos sido incapaces de cuestionarnos como sociedad las ciegas y cobardes costumbres que nos fueron impuestas y que siguen en los armarios apolillados a los que cada año entra un rayo arcoíris, efímero y limitado.
Seguramente más de una corcholata habrá de salir a marchar y ondear una bandera multicolor este mes, escucharemos una vez más discursos donde se usen tanto las palabras: inclusión, igualdad y amor, con un profundo vacío porque detrás de ellas no hay proyecto, no hay agenda, no hay empatía, no hay verdad. Es sabido por en la comunidad que los avances en 5 años no han sido los que esperábamos de nuestros representantes y servidores públicos; escribo esto con el deseo que la corcholata que suene y vibre en Palacio Nacional durante seis años, tenga la capacidad de concebir a la sociedad como concebimos a quien elegimos para hacernos compañía en la vida; que sea alguien con la disposición de llamar las cosas por su nombre, asumir situaciones y conversaciones difíciles desde la empatía, la igualdad y el amor mismo, para que aquello que nos hace diferentes nos haga también fuertes, porque anhelo que el arcoíris de la diversidad cruce el cielo de todos y dibuje la sonrisa de la esperanza en nuestro México tan desigual.
Andrea Gutiérrez