Columnas
El todavía embajador de Estados Unidos en México se ha "quitado la máscara", como dirían no hace mucho en cierto lugar del centro de la capital mexicana, llamado Palacio Nacional.
Lo malo es que lo hace de una manera que seguramente no es agradable en cierto lugar del sureste mexicano donde se supone que ahora vive quien dirigió los destinos de este país todavía hace no mucho, para bien y para mal. Tampoco será bien visto en el actual Palacio Nacional, donde a veces pareciera que no ha pasado el tiempo.
El "descaro"de Ken no es novedoso, pero cada vez es más llamativo; ayer dijo lo que millones de mexicanos (no pareciera por los resultados electorales del 2 de junio), notamos y estamos más que convencidos: que la estrategia absurda para llamarla de alguna manera, denominada "abrazos, no balazos", fue un rotundo fracaso, aunque desde Palacio Nacional finalmente se convirtieron en lo mismo que siempre criticaron. Su soberbia les hacía gritar casi desesperados que no era un fracaso, que era la adecuada y que se callaran todos porque aún con las críticas y burlas no cambiaría ni un ápice, como no cambió, sin importar que México se convirtiera en el mayor cementerio del planeta.
Pero semanas antes, cuando se apagaban los últimos candelabros del sexenio anterior, Ken Salazar dijo que México debería de estar celebrando la detención del narcotraficante Ismael Zambada, alias "El Mayo", y que no entendía el porqué del enojo en lugar de un beneplácito.
En efecto, al margen del "modito", como diría ya saben quién, nos debería haber dado pena que tuvo que entrar en operación una estrategia digna de las aplicadas para exterminar enemigos del tamaño de Osama Bin Laden, para atrapar y extraer de México (ilegalmente sí pero al final del día era la única opción posible), al dicho delincuente.
Y nos debería de dar vergüenza porque fue un operativo en el que hasta la fecha las autoridades mexicanas no tenían idea; ¿y porqué?, pues por la simple y sencilla razón de que no le tenían ni le tienen confianza a muchas autoridades en México, de todos los niveles, desde un gobernador con serias dudas sobre su honorabilidad, hasta los altos mandos de las fuerzas armadas, léase Marina, Defensa (como ahora dicen que se debe llamar como si eso cambiara todo), por no mencionar a las policías de todos los niveles, esas que se supone ya no son corruptas y están al servicio del pueblo, ajá.
Ken Salazar les quiso decir eso más o menos hace unas semanas, en lugar de festejar se estaban quejando, cuando hasta las gracias debieron darle a las autoridades estadounidenses.
Hoy, peligrosamente el embajador estadounidense escala su crítica a México, pero no nos engañemos, él no se manda solo, lo que ha dicho ayer debe ser tomado muyen serio, porque el origen ya no es ni siquiera el actual gobierno de Estados Unidos, sino el que viene.
A reserva de que se me quiera realizar un juicio por "traición a la patria", por "aplaudir" la intervención de un gobierno extranjero en mi país, aquí le corto no sin antes dejar una pregunta sobre la mesa para que el eventual juicio por "traición a la patria" valga la pena: ¿y si Ken tuviera razón?