Columnas
Los parabienes que deseamos a nuestras amistades y seres queridos no deben diluirse de manera tan rápida conforme pasan los días; sin embargo, debemos de ser cautos en nuestro día a día, porque hay un foco amarillo serio en la economía nacional.
La economía de nuestro país está estancada y es muy probable una recesión en algunos trimestres del año. En todo 2024, solo se crearon 213,993 empleos formales, cuando la expectativa de crecimiento debería de ser de un millón al año. Si el empleo formal de personas registradas ante el IMSS representa el 36% de toda la población ocupada, ¿qué pasará con las personas que no tengan un trabajo formal? Como siempre, trabajarán en lo que puedan para llevar el sustento a su casa. Las transferencias económicas o llamados “apoyos gubernamentales” son más que bienvenidas para cualquier persona, pero insuficientes para generar condiciones de vida digna para las millones de personas que aquí habitamos, porque el dinero que se transfiera a las personas es dinero prestado.
Para darnos una idea del crecimiento de la deuda pública en 2024, que es el dinero que el gobierno pide prestado en México y el mundo para cumplir con el presupuesto público,incluyendo los apoyos a estudiantes y adultos mayores, de acuerdo a datos de la Secretaría de Hacienda, cada día se contrataron 6,756 millones de pesos de deuda. Si esta cantidad la dividimos entre los 128.5 millones de personas, eso quiere decir que el Gobierno Federal nos ha endeudado a cada uno de nosotros a un ritmo de $52.57 pesos por día, o $1,577.27 pesos al mes. Eso quiere decir que los “apoyos” que está dando el gobierno realmente es dinero prestado que pagaremos en unos meses o años con inflación y peores servicios públicos, con aumento en los precios de los productos de la canasta básica y los servicios en general.
Por ello ha sido tan trágico para el futuro del país seguir empeñando el presupuesto público de 2025 para seguir alimentando obras públicas que se han convertido en auténticos elefantes blancos, con costos cada vez más altos y con beneficios sociales cada vez más disminuidos. Ahora, con la desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, será más difícil rastrear el ejercicio del gasto público. Pasamos de una transparencia reactiva en el gobierno a una transparencia a contentillo. Se gastará más y probablemente se gastará peor.
La receta de repartir dinero para ganar elecciones y apuntalarse en el poder no es nueva: siempre permite mantenerse en el poder por las buenas, como los peronistas en Argentina hasta que el presupuesto público y la inflación rampante no dio para más; o por las malas, como en Venezuela o en Cuba, donde se robaron las elecciones presidenciales hace meses o no habido elecciones en décadas.
Administremos bien nuestro dinero, que económicamente el año no pinta bien.