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ALGO SOBRE EL ESPÍRITU DEL DEPORTE

ALGO SOBRE EL ESPÍRITU DEL DEPORTE

Columnas viernes 05 de enero de 2024 -

En los aciagos tiempos modernos en que el mundo se desgarra en interminables conflictos por el dominio y la supremacía de unos sobre otros, es difícil encontrar algo que ennoblezca y dignifique el espíritu humano, incluso en el ámbito del deporte, que por definición debería ser ejemplo no hay mucho qué decir; hoy se piensa casi exclusivamente en el negocio y se deja de lado todo lo que le dio vida en primer lugar: competencia leal, búsqueda de la superación personal, respeto de las reglas, juego limpio, honor, etcétera. Es complicado encontrar verdadera grandeza de espíritu en el deporte de hoy.

Por ello en esta ocasión recurro a la vieja maestra que es la Historia, para recordar un hecho increíble del verdadero espíritu deportivo; la vida del gran atleta Jesse Owens y la vez que se enfrentó a Lutz Long, campeón de la Alemania nazi, durante los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.

Nació en Alabama en 1913 en un campo de algodón donde sus abuelos esclavos habían trabajado. Jesse fue un niño débil y enfermizo que no participó en los deportes hasta que ingresó a la escuela secundaria donde comenzó la práctica del atletismo. A los 13 años conoció al entrenador Charles Riley, hombre que lo moldeó y lo guió hasta convertirlo en el gran campeón que fue. Por entonces nada se sabía de dopaje y los atletas eran amateurs, o sea que competían sólo por el honor de la victoria.
Jesse poseía un talento natural que sólo fue necesario pulir y mejorar. En 1933 igualó la marca de los 100 metros y poco tiempo después estableció una nueva marca en salto de longitud. Desde entonces comenzó a pensar seriamente en participar en los juegos de 1936.
Cuando llegó el momento se presentó muy confiado a Berlín, pues su marca de salto de longitud (8.13 m), parecía imbatible. En esas circunstancias conoció a un atleta alemán llamado Lutz Long, quien era representante del régimen de Adolf Hitler. Long era un tremendo atleta y casi le gana la medalla de oro.

Para clasificarse a la final, Jesse necesitaba una marca de 7.20 m. Falló en sus dos primeros intentos. “Me sentía realmente nervioso –contó posteriormente Owens-. Mi rival alemán, Lutz Long, ya se había clasificado, aunque yo ni siquiera lo conocía todavía. Él estaba en uno de los bancos laterales de la pista, (…) pero cuando intenté reordenar mis pasos, para asegurarme de realizar un buen tercer intento, él se acercó. Traía una cinta para medir y me dijo: ‘espera, te ayudaré’. Comenzamos a medir juntos. Mientras él sostenía la cinta, yo medía los pasos y la dimensión del pié para tener una referencia y no pisar nuevamente la raya del despegue.

“Pero él fue realmente inteligente. Cuando estuve listo para saltar, Long tomó mi ropa, la estrujó y la puso exactamente a la medida de un pié más acá de la línea de salto. Eso fue todo lo que yo necesitaba. Corrí y salté desde el nuevo límite. Me califiqué con 7.40. Fuimos a las finales. Long saltó e hizo récord olímpico con 7.50. Me tocó mi turno, salté y logré otro récord. Le tocó a él y estableció ¡nuevo récord! Y llegamos al último salto.

“Lutz cometió falta. Brinqué yo y llegué a ¡8.60 m! Por fin tenía la medalla de oro… Pero eso no fue todo… Lo más importante fue que el propio Lutz Long fue el primero en venir a felicitarme. La primera persona.

“Hitler desde su palco estaba mirando todo. Pero Long corrió hacia mí, me dio la mano y me abrazó. Ni me acordé de mirar hacia el führer.

“Cuando terminaron las ceremonias, tomamos nuestras ropas y abrazados caminamos juntos alrededor de la pista. Y mientras caminábamos la gente se paraba en las tribunas y nos ovacionaba. (…) Ese día aprendí que el deporte y la competitividad trascienden cualquier política.

“Con Long nos escribimos en los tres años siguientes. Jamás lo volví a ver. Sé que murió en la guerra…”

Lutz Long murió en acción durante la campaña de Italia en 1943. Junto con Jesse Owens dio un gran ejemplo de lo que significa el verdadero espíritu deportivo, ante un Hitler atónito que tuvo que presenciar cómo dos hombres que compitieron en igualdad de circunstancias, sin importar color de piel o diferencias políticas, se hermanaban. Por una vez el deporte venció a la política y a la estupidez humana.

Después de la guerra, Owens regresó a Alemania y conoció al hijo de Lutz, Kai-Heinrich. Quería recordar algo noble y digno para comenzar el 2024 con optimismo…



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