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AMLO, el modelo y la compasión

AMLO, el modelo y la compasión

Columnas martes 06 de agosto de 2024 -

En marzo de 2019 escribí en estas mismas páginas que me parecía entender la raigambre filosófica de los programas sociales del Presidente López Obrador, mediante los que beneficia desde entonces, directamente, a grupos sociales y personas vulnerables, cuyas oportunidades no han sido las mismas que otras han recibido a plenitud.

Aclaro que no milito en ningún partido o fuerza política alguna (ni pienso hacerlo) pero creo que las y los beneficiarios de esos programas merecían más apoyo y visibilización que los que habían tenido hasta 2018 y que solo el Estado mexicano podía y debía hacerse cargo de aligerarles la carga terrible que les había impuesto un orden político, económico, social, cultural y comunicacional descarnado, arrojándolos al oprobio de la pobreza, el hambre y la desesperación.

Como lo alegué en 2019, sigo pensando que el objeto y fin de estas políticas públicas procede de una ética de la compasión que AMLO profesa, en una suerte de piedad agnóstica que ha exhibido siempre y que ejerce sabedor que no la tiene el sector privado. Sin embargo, dije que la compasión presidencial no procedía de la que designaba Schopenhauer como fundamento de la moral, ni de la que Melich impele a adoptar en su extraordinario ensayo homónimo de 2010, con todo y los méritos filosóficos de ambos textos y autores.

Sigo convencido que el tabasqueño siente en carne propia el martirio en el que viven muchos de sus conciudadanas y conciudadanos, privados de los satisfactores básicos y de dignidad mínima en su día a día y que se duele de la postración en que viven abrumadas estas mexicanas y mexicanos, pero en los términos en que Aristóteles lo explica en su Arte Retórica, en la que describe la compasión como cierta tristeza por un mal que aparece grave o penoso en quien no merece padecerlo y que, semejante o más grande, podría caer sobre uno mismo o sobre alguien de nuestros entorno.

Para un gobierno federal con un presupuesto anual de cerca de 10 billones de pesos, en un país con tanta riqueza humana y natural y con tantas oportunidades (y deberes) de compadecer a sus habitantes más tristes, y de redimirlas y redimirlos de esa triste condición a la que las y los hemos reducido por omisión de ayuda, no hacer nada era la peor, más irresponsable e inhumana de las respuestas y el Presidente lo supo, lo sintió y actuó en consecuencia.

Hoy que esta por dejar la Presidencia, yo sinceramente creo que no tenemos nada que reclamarle por sentir como propio el dolor ajeno y lanzarse a la acción en lugar de sumirse en la contemplación, que sirve para uno mismo pero no para quienes padecen las carencias más lacerantes.

@ElConsultor2

gsergioj@gmail.com


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/CR

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