Es indudable que la política pública no puede prescindir de la ciudadanía a la que sirve: pensar lo contrario sería simplemente un sinsentido.
Lo que es público nos pertenece a todas y todos como parte fundamental de la sociedad, y por supuesto que las políticas gubernamentales deben estar siempre orientadas a favorecer el desarrollo pleno de la ciudadanía en su conjunto, independientemente de la ideología, posición social e intereses personales del plano individual.
Crear políticas para el desarrollo ciudadano es una responsabilidad enorme y compleja porque, en muchos sentidos, deben ser lo suficientemente amplias en su alcance, pero a la vez precisas para evitar excluir grupos sociales específicos que deben ser visibilizados y reconocidos. Es, por así decirlo, un arte de pluralidad e inclusión.
En este contexto, es indispensable que la ciudadanía participe en el diseño y puesta en marcha de las políticas públicas, pero también en su seguimiento, en la vigilancia de su cumplimiento y en la evaluación permanente de su alcance y pertinencia. De esta forma se podrán detectar anomalías o irregularidades en su ejercicio, así como deficiencias de origen en su planteamiento.
La participación ciudadana permitirá además perfeccionarlas al paso del tiempo con base en el descubrimiento de omisiones o imperfecciones en su diseño inicial, o incluso en sus posteriores adecuaciones, dotándolas así de una calidad creciente y permanente.
Las políticas públicas deben entenderse como principios que evolucionan junto con la propia ciudadana, y por ello deben estar abiertas al cambio y a la adaptación permanente de las personas a las que amparan.
Es muy importante entender que, en materia de la relación entre la política y la ciudadanía, no basta simplemente con salir a votar durante las elecciones por un proyecto gubernamental determinado que, si bien es una expresión ciudadana muy importante, no es suficiente para lograr la efectividad gubernamental que se consolida e incrementa permanentemente con la participación de todas y todos.
La ciudadanía es fundamental en un sistema democrático, al amparo de ésta óptica, su contribución mediante los diferentes mecanismos de participación robustece lo que conocemos como política pública.
La participación ciudadana es siempre una señal de buena ventura, y no una amenaza, que logrará mayor armonía con los ámbitos gubernamentales. Debemos participar en el funcionamiento adecuado de las reglas comunitarias porque, al final, todas las personas debemos acatarlas por el bien de la sociedad.
Resolutivo: Invito a todas las lectoras y lectores a informarse acerca de las diferentes formas en que pueden participar en armonía con las autoridades, para definir el contenido, alcance y evaluación de las políticas públicas en sus comunidades.