Columnas
El gobierno mexicano ha desplegado toda una estrategia nacional e internacional para quitar del imaginario colectivo la idea de que en Teuchitlán, en el rancho Izaguirre, hubo un centro de exterminio, y privilegiar la versión de que lo que hubo fue un centro de adiestramiento del Cártel del narcotráfico autodenominado Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), hoy devenido en Grupo Terrorista gracias al gobierno de Estados Unidos, que no al de México, mismo que lo defiende perrunamente.
El objetivo es claro, no quieren reconocer el horror que vivieron ¿cuántos? mexicanos en ese lugar, ya en los tiempos de esta maravillosa ¿transformación? que nos tiene en su segundo piso, dicen.
Porque incluso lo han intentado nuevamente, señalando y culpando al pasado de lo que hoy sucede en el país, pero es inútil. Izaguirre y muchos episodios más son atribuibles 100% a la estupidez llamada "abrazos no balazos", y la gestión actual de esa herencia maldita que no pueden evidenciar en Palacio Nacional, ciegamente fieles a su mesías y no a la patria, como dicen de dientes para afuera.
Pero no se hagan bolsas, como decían los nefastos de antes, que al final son igualitos a los de ahora; el rancho Izaguirre sí es o fue un centro de exterminio, se quiera reconocer o no, encuentren víctimas o no, o encuentren solo unas cuántas osamentas. Le explico por qué amable lector.
Esta nación está convertida en un gran cementerio, el sexenio pasado, el de los abrazos y el humanismo, llevó al país a la peor masacre nacional en toda su historia, sus 200,000 muertos lo gritan desde donde se encuentren, muchos de ellos jamás serán encontrados porque precisamente fueron desaparecidos en centros de exterminio como los de Teuchitlán, muchos de los cuáles nacieron en esa época de la gloriosa gesta heróica de la ¿transformación?
Este exterminio, el de los 200,000 mexicanos del sexenio pasado, del que se le echó la culpa una y otra vez al pasado, fue realizado por esos grupos criminales hoy defendidos a ultranza desde palacio nacional para que no sean desaparecidos ellos mismos por las fuerzas del orden !estadounidenses¡, ante la manifiesta incapacidad por un lado y complicidad en muchos casos, de las fuerzas policiales mexicanas.
Ese exterminio se llevó a cabo por criminales adiestrados en algún sitio, capacitados para desaparecer, para triturar, matar, deshacer a los enemigos. Uno de esos sitios de "capacitación" era sin lugar a dudas, ya reconocido por el inefable Harfuch como un centro de adiestramiento para el exterminio de mexicanos, el rancho Izaguirre.
Por lo tanto, aunque su jefa le haya mandado decir lo contrario y lo repita en cuanto foro se pare y explique según él hasta técnicamente la diferencia entre un centro de adiestramiento y uno de exterminio y se remonten cada que les convenga a lo sucedido en la segunda guerra mundial y hagan lo que hagan, Teuchitlán, el rancho Izaguirre, sí era un centro de exterminio.
En este ahora llamado pomposamente "centro de adiestramiento", se exterminó directa o indirectamente a muchos mexicanos; directamente nunca sabremos cuántos murieron ahí, al estado no le conviene y además no es capaz ni técnica ni logísticamente de revisar con detenimiento no solamente cada centímetro del rancho maldito, sino sus alrededores, hay versiones de habitantes cercanos al rancho que relatan que muchos de quienes fueron exterminados ahí terminaron en los montes cercanos, nada raro sería.
Y fue un campo de exterminio indirectamente porque desde ahí salieron esas "máquinas de matar" que llegaron a otros lugares de nuestro lastimado país a exterminar a otros mexicanos, el exterminio fue aplicado en este país, en el que técnicamente no estamos en guerra, pero en los hechos en varias partes hay verdaderos conflictos armados, con un estado pasmado, inútil, embelesado en su supuesto éxito, en los millones de votos recibidos en junio del año pasado gracias a la ignorancia de millones de mexicanos, y también sabrá dios a cuántos enjuagues y acuerdos con los verdaderos dueños de muchas partes de México, los criminales.
Este centro de exterminio de Teuchitlán, representará en esta triste historia un reflejo de la brutalidad y barbarie que nunca debió ocurrir en México, pero de la que no se preocupen, nadie será juzgado: Ni los que patearon el avispero a lo tonto, ni quienes colmaron de abrazos a las abejas y abdicaron de su obligación constitucional para cuidar su investidura. Esa investidura que hoy siguen cuidando religiosamente, y hartas de que lo agredan gritan fúricas desde su atril mañanero: Ya déjenlo en paz.