El movimiento woke ha conquistado las instituciones fundamentales de las sociedades modernas. Los mundos político, cultural, académico, e incluso corporativo, hasta hace muy poco habían adoptado sin chistar, las nuevas ortodoxias sobre el racismo y la identidad, entre otras.
El extraordinario libro “Cómo triunfó el Woke, el movimiento elitista que amenaza la democracia, la tolerancia y la razón” explora las raíces intelectuales e históricas del movimiento, que se presenta como radical y de izquierdas (sin serlo). En una crítica demoledora, la autora británica, Joanna Williams, argumenta que cualquier persona interesada en construir una sociedad verdaderamente libre, igualitaria y democrática debe enfrentar esta conceptualización social moderna.
Williams recorre la enmarañada maleza ideológica del movimiento, sin perder nunca de vista la importancia de la amenaza que representa. “Puede que sea difícil definir lo woke”, dice, “pero es un concepto útil. Nos permite describir la perspectiva que actualmente domina nuestra vida social, cultural y política».
El libro es un estudio exhaustivo y detallado de cómo este pensamiento y sus prácticas progresistas han tomado muchas de las instituciones. Lo ha logrado, afirma, adoptando la arquitectura intelectual de la Teoría Crítica, que sostiene que los desequilibrios de poder en la sociedad se ocultan en las estructuras culturales dominantes, como el idioma y la forma de impartir el conocimiento. Solo exponiéndolas es posible revelar hasta qué punto las y los oprimidos se ven sometidos por los opresores.
Explica que, como parte de su compromiso de abordar los desequilibrios de poder, la Teoría Crítica rechaza la noción de verdad objetiva y en cambio enfatiza la primacía de la experiencia subjetiva. Sus defensores sostienen que el conocimiento ya no depende de evidencia verificable de forma independiente, sino que se obtiene prestando atención a la "experiencia vivida" de las y los integrantes de grupos oprimidos, la cual puede expresarse puramente en términos de sentimientos subjetivos.
Afirma que el woke ha adoptado esta ambigüedad sobre la verdad, lo que permite que palabras como "racismo" e "incitación al odio" adquieran el significado que la o el usuario pretendan, sin importar la posibilidad de evidencia que lo contradiga. Como señala Williams: “Con demasiada frecuencia, el sentido de virtud que surge al afirmar que se actúa en nombre de las y los desfavorecidos y oprimidos, legitima la negativa a tolerar la disidencia y legitima la crueldad al tratar con quienes aparentemente se oponen a la misión woke.”
El libro entero es un llamado a la acción. Las y los defensores del woke siempre ocultarán sus esfuerzos por denunciar, anular (cancelar sin debido proceso) a sus críticos con el argumento de proteger las libertades de las y los vulnerables; quienes se oponen entienden esa artimaña y deben prepararse para una larga marcha si quieren revertir el avance del movimiento, dice. Como nos recuerda Williams, ominosa, “hay mucho en juego”.
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