SERGIO GONZÁLEZ
El desastre post electoral norteamericano, en el que el Presidente Trump se niega a aceptar su derrota y darle acceso al ganador Biden a los recursos e instrumentos de la transición, me hizo recordar las lecciones de dos textos estadounidenses que nos dan algo de luz para navegar este ocurso túnel antidemocrático.
El primero tiene que ser Consentimiento del Perdedor, Elecciones y Legitimidad Democrática, de Anderson, Blais y coautores, de la editorial de la Universidad de Oxford (2007) en el que afirmaron, entre otras cosas, que la continuidad democrática depende en gran parte del consentimiento del perdedor y explicaron que en realidad lo que hace que la democracia funcione y persista no es tanto un triunfo claro del ganador, sino la autocontención del perdedor y su reconocimiento del resultado.
Propusieron también una nueva categoría de estudio: la brecha ganador-derrotado y con ejemplos de Estados Unidos, España, Perú, Ucrania, Azerbaiyán y varios más, documentaron las consecuencias de encadenar dos actitudes políticas fatales: la de un triunfador o triunfadora envanecidos que celebran eufóricos la eficiencia del mecanismo electoral, y la de una excandidata o excandidato ignorados y desdeñados que, encarnando un voto multitudinario pero derrotado, se duelen no sólo del resultado, sino del procedimiento que lo generó. Si las dos condiciones confluyen, la del ganador insensible y la del perdedor agraviado, el cóctel puede arruinar la legitimidad misma de la elección y/o del sistema político en general.
Este alegato se asemeja mucho al concepto de la “aceptabilidad de la derrota” que Felipe González, ex presidente del gobierno español, acuñó en una conferencia impartida aquí en México, en el entonces IFE en 1999. Lo desarrolló explicando que la aceptabilidad previa cualifica a las fuerzas políticas porque se comprometen a competir no para ganar sino para tener una razonable igualdad de oportunidad de ganar o perder, pues lo que define a la democracia es la aceptabilidad de la derrota. Y es que la aceptabilidad de la victoria es facilísima pero no sucede así con la aceptabilidad (no la aceptación, que es un momento) de la derrota con carácter previo y posterior al momento incierto.
El segundo texto sería La Trampa de la Confianza, una Historia de la Democracia en Crisis desde la Primera Guerra Mundial al Presente de David Runciman, en la editorial de la Universidad de Princeton (2013), cuyo núcleo argumentativo dice que las democracias son buenas para recuperarse de las emergencias, pero malas para evitarlas y que equivocadamente desarrollan complacencia en lugar de aprendizajes. Esto a su vez podría generar una crisis sistémica tan monumental y profunda que no daría margen de recuperación oportuna, por lo que este régimen político podría enfrentar un severo peligro de grave deterioro o, de plano, de franca disolución.
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