Columnas
En las últimas semanas, el partido Morena ha sido escenario de intensos desacuerdos y tensiones internas, particularmente en torno a la presidencia de la Cámara de Diputados y las presidencias de las comisiones legislativas. En el centro de esta controversia se encuentra Ricardo Monreal, cuya gestión ha sido objeto de críticas por parte de sus compañeros y compañeras de partido.
El conflicto se intensificó cuando Monreal, coordinador de los diputados de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política (JUCOPO), impuso al nuevo presidente de la mesa directiva y las presidencias de 15 comisiones de la Cámara de Diputados. Esta decisión, tomada en una sesión privada, fue percibida como una imposición autoritaria y provocó la salida de 50 legisladores de la plenaria en señal de protesta. Las críticas no se hicieron esperar, y varios diputados denunciaron amenazas y coacción por parte de Haces Barba y el coordinador, lo que exacerbó aún más la situación.
Las acciones de Monreal han sido señaladas por violar los principios establecidos en los estatutos de Morena, específicamente el Artículo 6º, que prohíbe actos de intimidación, amenazas u hostigamiento que constituyan violencia política contra las mujeres en razón de género. Además, el Artículo 3º establece la erradicación de prácticas como el nepotismo y la perpetuación en cargos públicos1. Sin embargo, Monreal ha sido acusado de nepotismo al apoyar a su hija en la elección de la Alcaldía Cuauhtémoc y de su ya eterna perpetuidad en las JUCOPOs, lo que ha generado descontento entre sus compañeras y compañeros.
En respuesta a las críticas, Monreal ha defendido sus acciones argumentando que la distribución de comisiones es un proceso complejo y que es normal que haya inconformidades cuando no todos pueden obtener una presidencia. Sin embargo, sus explicaciones no han logrado apaciguar el descontento dentro del partido, y las tensiones continúan en aumento.
La situación actual representa un desafío significativo para Morena, un partido que se ha comprometido a combatir la corrupción, el autoritarismo y la violencia política. Las acciones de Monreal y la respuesta de sus compañeras ponen en riesgo la cohesión interna del partido y su credibilidad ante el electorado. Además, su decisión de autonombrarse candidato a la presidencia sin el apoyo de López Obrador fue vista como una traición a los principios del partido y una amenaza a su unidad.
Es así como dichos desacuerdos en Morena reflejan una crisis interna que podría tener profundas implicaciones para el futuro del partido. La gestión de Ricardo Monreal y su aparente incumplimiento de los principios fundamentales de Morena han generado un clima de desconfianza y división que amenaza con debilitar la cohesión y la efectividad del partido en el escenario político nacional, es allí cuando los militantes deben recordar los estatutos de su partido y las últimas palabras de López Obrador respecto a qué son tiempos de sangre nueva. ¡Problemática identificada y advertencia hecha!