El Frente Amplio por México intenta engañar a los mexicanos con algo que aseguran es una novedad político-administrativa el gobierno de coalición. El cual muestra que están lejos de tener mayoría social y auténtica fuerza política y de ahí su amalgama que se aparece más a un muégano que a un grupo democrático homogéneo.
El gobierno de coalición surge cuando la necesidad de pactar con el resto de las fuerzas a través de sus debilidades, que ni juntas logran mayoría suficiente como para conformar un gobierno tradicional. Lo habitual no es lo que se discute sino la fragilidad de las partes que confluyen en un gobierno de este tipo.
Carece de novedad y nadie, en la sociedad, busca la diferencia mucho menos un cambio de esa índole, lo que quieren es respuestas dentro el esquema formal, un gobierno, cuyas políticas apenas empiezan a entender debe permanecer sin cambios. A menos que la sociedad lo exija, pero la simple propuesta de un gobierno de coalición carece del apoyo de los ciudadanos, porque no es otra cosa que regalarle, a las minorías, una hegemonía que no ha logrado obtener de la sociedad.
Un gobierno de coalición en estas circunstancias representa la separación del gobierno de los gobernados, en lugar de mandar obedeciendo sus designios. Contrasentido si insisten en decirse democráticos, característica que sabemos que no encaja en sus conductas ni pensamientos.
Así este tipo de gobierno significa darle el poder que las minorías no alcanzaron en las urnas, por decreto. Así, el gobierno de coalición no representa a nadie sino a los intereses de los líderes de los diferentes grupos, que es el sueño dorados de los dirigentes de los tres partidos aglutinados en el Frente.
La derecha pretende presentar como lo último en política a un gobierno de coalición, cuando en realidad es el poder de las minorías rotándose los cargos y turnándose las decisiones, dejando a un lado la decisión de la gente.
Si los partidos integrantes del Frente Amplio por México mostraron no tener vocación por el acuerdo, por la coincidencia, por la unidad, cómo podrán lanzar decisiones de problemas que por sus disputas internas, los rebasan. En esa parte de la política no hay líderes con capacidad de acuerdos, menos aún de armonía.
Esta debilidad quieren elevarla a gobierno, es decir, representan los intereses de grupo como insumo principal para decidir disposiciones que afectan a todos, pero cuyos funcionarios no representan a una mayoría sino grupos y personas.
El mandatario que realmente representa a la sociedad no es frágil, al contrario. Sin embargo, quien sólo tiene sólo una parte de esa sociedad está más cerca de la oligarquía que de la democracia, lo cual es, como todo lo que hace la derecha, un retroceso histórico, político y social.