En la “democracia” estadounidense las y los electores de a pie votan en realidad por alguien más a quien ceden su sufragio para que esos y esas súper electores voten por el candidato de su preferencia.
Esto es posible gracias al Colegio Electoral (CE) establecido en la Constitución de 1787, como extensión ininteligible del acuerdo al que los constituyentes de Filadelfia arribaron entonces para solucionar el dilema sobre el método para elegir al legislativo.
En efecto, la “Transacción de Connecticut” determinó con acierto que habría dos cámaras, ambas electas por el pueblo (es decir, voto popular): La primera sería la cámara “territorial” en la que los estados más poblados tendrían más representantes y la segunda sería la cámara “federal”, en la que todos los estados tendrían el mismo número de representantes.
Satisfechos con ese diseño, en verdad innovador entonces, los padres fundadores extendieron sus ventajas hacia la elección presidencial, creando un extraño mecanismo integrado por 538 “electores presidenciales” (es decir, voto electoral) que es la suma de Senadores (100) y Diputados (438) al Congreso de ese país y en el que cada estado tiene derecho a tantos electores presidenciales como Senadores y Diputados federales tiene.
En este método, al votar hoy en su casilla por Biden o Trump, los y las electoras de a pie lo habrán hecho en realidad por los electores presidenciales propuestos por el partido demócrata o republicano y, además, todos los votos electorales de cada estado contarán a favor del candidato presidencial que logre una mayoría relativa entre los electores presidenciales. Por ejemplo, en California, el candidato que obtenga cuando menos 28 de los 55 votos electorales del estado, se quedará con todos.
A pesar de lo que reporten los medios hoy en la noche, los resultados oficiales se conocerán hasta principios de 2021, pues las y los electores presidenciales sesionarán en sus respectivas capitales hasta el 14 de diciembre y emitirán su voto, previamente comprometido a favor del candidato presidencial del partido que los o las postuló. Inmediatamente después notificarán por correo certificado al Presidente del Senado, que deberá sesionar el 6 de enero para hacer la sumatoria y declarar ganador a quien haya obtenido una mayoría simple de los votos electorales, o sea, al menos 270 de un total de 538.
Como en esta metodología elitista el voto popular no es la base del resultado, ha habido casos en los que el CE ha elegido Presidente a candidatos que no ganaron la elección, como en 1876, 1888, 2000 y 2016. En el tercer caso, el CE eligió a George W. Bush y no a Al Gore, que obtuvo alrededor de 450,000 sufragios más. Y qué decir de 2016, cuando Clinton obtuvo más votos populares que Trump, pero perdió la elección en el CE. El jueves terminaré este alegato.
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