Las Vidas Paralelas, de Plutarco, es una de las obras clásicas que ha logrado imponerse con gloria al transcurso de los siglos. Obra maestra de la historia comparada, ofrece un arsenal de biografías de grandes personajes de Grecia y Roma, que unificados por criterios de semejanza, enaltecen no simplemente al prócer expuesto, sino -y sobre todo-, impuso una narrativa histórica: un griego y un romano iguales.
La campaña de la Roma Imperial, por consolidar a la patria de Rómulo, como una continuación del poder heleno, también aparecerá en la zaga de Virgilio: La Eneida, que narra cómo Eneas, héroe troyano, huye de la ciudad aniquilada, cargando en su espalda a su anciano padre y llevando en una mano la antorcha con el fuego del ara de la ciudad, que una vez en tierras del Latio, nutriría el hogar capitolino donde el fuego de la continuidad homérica, se establecía en tierras de Augusto, colocando sus penates en torno al fuego eterno heredero de la tierra de Príamo, donde los gritos de su atormentada progenie, se vengaba bajo el dominio del reino fundado por Eneas, conquistando a una Grecia que, sin embargo, ya dominaba el corazón de los feroces guerreros del Tíber.
Desde los Discursos de Cicerón, con sus Tratados y Reflexiones sobre la República, hasta los Soliloquios del Emperador Marco Aurelio, el griego fue la lengua en que Roma y sus patricios redactaron e inmortalizaron su propia historia. Los cantos amorosos y de destierro del poeta Horacio, donde los mitos griegos se apropiaron del imaginario latino, hasta la educación estoica y los principios del derecho natural, fundado en las costas Sirias, migrando por el Mediterráno hasta la bota itálica que tendría en filósofos como Séneca y Burro, al griego como lengua, y a Platón y Aristóteles como referentes, la inmortal Hélade subyugaba la gloria del imperio del que descendemos.
El poder cultural del pensamiento griego, fue tal, que seguramente sin el imaginario de sus mitos, las hazañas de sus héroes, la profundidad de su filosofía y la narrativa imperecedera de su historia, Roma no habría gozado del poder espiritual que les llevara a ser los dueños del mundo antiguo, erigiendo instituciones que aún y con el paso del tiempo no dejan de ser los cimientos del pensamiento occidental del que somos parte.
El poder espiritual de una ancestral y rica cultura que México representa en América, se convierte en un poder espiritual que el vacío y autodestrucción del consumismo industrial, simplemente no puede ofrecer. La cultura del plástico queda abrumada ante el color de un imaginario y de un poder ancestral que sin duda, ofrecerá a América toda la cohesión e identidad suficiente como para constituirse, como Grecia ante Roma, en el alma de un fabuloso imperio otra vez.