El peligro de ser policía en México

Ser policía es una profesión digna, de vocación de servicio y protección a las personas, aunque en ocasiones no se le reconozca así. Las policías en estados y municipios tienen que enfrentarse a problemáticas básicas para su buen desempeño, como falta de equipamiento, servicios de carrera poco funcionales, bajos salarios y prestaciones, falta de presupuesto y mala percepción social.

A lo largo del país, buena parte de los cuerpos policiales están desprotegidos y reman contracorriente, con poco se hace lo que se puede. Ser policía también está relacionado con una serie de riesgos importantes durante el servicio que raramente son considerados.

En semanas pasadas el INEGI publicó el documento “Policías abatidos: el riesgo de servir a la seguridad pública en México”. El dato central es que entre 2013 y 2018, se registraron 802 policías abatidos durante el cumplimiento de su servicio a nivel nacional, esto es, en promedio 133 al año.

Si bien este dato podría ser relativamente bajo en consideración a que en 2017 se estimaban casi 900 mil policías activos y debido a la extensión de la violencia en el país, lo que se puede destacar de la publicación es la narrativa que acompaña la cifra en comento.

La mayor parte de estos homicidios comparten como característica que se realizaron con arma de fuego (86.3%) y que tienen como lugar de ocurrencia la vía pública (81%). Sin embargo, esto no exime de la posibilidad que los elementos sean perseguidos durante sus días francos para ser atacados en su casa o en lugares públicos. Ejemplos hay de sobra.

Los oficiales abatidos son por lo general hombres de 30 a 39 años de edad, con un nivel educativo de bachillerato a licenciatura. No existe evidencia conclusiva relacionada con que existan patrones de mayores homicidios en fines de semana o en determinados meses del año.

En términos de distribución territorial, el abatimiento de policías se concentra en Estado de México, (13.6%), Guerrero (8.4%) y Michoacán (7.6%). En contraste, Coliman, Querétaro, Durango, Quintana Roo y Campeche tienen los niveles más bajos. En cuanto a los municipios más violentos, se encuentran Ecatepec y Naucalpan (EdoMex), Acapulco (Guerrero), Cuauhtémoc e Iztapalapa (CDMX), Tijuana (BC) y Reynosa (Tamaulipas).

También es importante enfatizar que hay un contexto de violencia del ciudadano hacia la autoridad que es poco reconocido. La victimización varía de acuerdo al cuerpo policial, pero incluye discriminación, amenazas de civiles y del crimen organizado, robos, asaltos, lesiones y agresiones físicas. Esto es relevante porque incluye un principio de agresión que puede ser precursor de la violencia letal.

El estudio destaca de igual forma que existe una relación estadística entre menor gasto en materiales y capacitación, con mayores homicidios. Una relación similar se da entre menor confianza y mayor percepción de corrupción, con mayor número de víctimas letales.

El abatimiento policial se relaciona asimismo con los años de experiencia, la actuación conforme a protocolos, el entrenamiento constante, así como con la incidencia delictiva y la presencia del crimen organizado. En otras palabras, este fenómeno es multifactorial y se debe establecer como tema de análisis para definir esquemas de política que pudieran ser útiles para prevenirlo.