Columnas
¿Por qué si las instituciones democráticas tienen tanta popularidad, la institución más antigua del mundo occidental no ha intentado “democratizarse”?
Más allá de las loas a los sistemas democráticos en el mundo, en el que teóricamente existen pesos y contrapesos, así como transparencia en el ejercicio del poder público, la Democracia, así con mayúsculas, es un sistema de organización política muy joven en la historia de la humanidad; sin embargo, a ningún gobierno en nuestros días le agrada que se le llame “antidemocrático”, “autoritario”, ni mucho menos “dictatorial”; pero vayamos desmenuzando un poco más el concepto y la organización humana.
Históricamente, quien nos han gobernado, desde que éramos unos nómadas cazadores de no más de 150 personas, a países con más de mil millones de habitantes, como tienen China o la India hoy, regularmente son personas que muestran una habilidad sobresaliente: saber organizar a más personas. Estos países tienen regímenes “democráticos” que se ejercen con distintos matices: mientras en la India casi mil millones de personas son llamadas a votar periódicamente por 543 representantes populares en el Lok Sabha o Asamblea del Pueblo; las elecciones en China son dirigida por un solo partido, en el que el partido único controla el proceso de nominación y selección de candidaturas y la ciudadanía vota los candidatos preseleccionados por el partido único. Hoy ambos países son potencias económicas y militares, destacándose hoy China como el único país que puede hoy hacer un tú a tú en todos los rubros (económico, político, militar y tecnológico) con Estados Unidos en el escenario internacional. No olvidemos que tanto China con India,países multiculturales y con historias milenarias, tal cual y los conocemos actualmente respecto a su organización política, tiene menos de ochenta años.
En el caso de la Iglesia Católica, la elección del “Obispo de Roma” casi siempre ha sido bajo la elección de cardenales, salvo las esporádicas imposiciones en el marco de guerras intestinas entre los principados-reinos europeos en muy específicos momentos de la Historia. Su legitimidad no se ha ganado por la vía “democrática”, sino a través de la fidelidad de su feligresía en los cinco continentes, particularmente en América, Europa y África, este último continente en donde hoy crece más el cristianismo que en ninguna parte del mundo.
Mientras China e India son potencias nucleares y cuentan con los ejércitos más poderosos del mundo, El Vaticano es un minúsculo estado cuidado por cientos de “soldados”, pero con una presencia global e influencia innegable en todos los países con mayorías cristianas, particularmente católicas. La “fuerza” de su Estado no radica hoy en el poder de la imposición de su ley; sino en las acciones que realiza en todo el mundo por las poblaciones más vulnerables de nuestra sociedad.
Por ello, la elección del Papa León XIV es una renovación del espíritu pastoral de la Iglesia, que al elegir a un conciliador, construye su legado desde el primer día de su nombramiento.