Por José García Sánchez
Mientras los empresarios vieron representados sus intereses en los funcionarios públicos se mantuvieron ocultos tras las decisiones de gobierno. En cuanto sus intereses no se representaron en la administración pública surgen de las sombras a intervenir en las elecciones.
Los empresarios no necesitan en México crear un partido político, aunque su tarea tiene que ver, desde hace años, con la militancia política. La estrategia de los fraudes electorales ha sido financiada con el dinero de esos empresarios mexicanos porque la permanencia de quienes estaban en el poder les beneficiaba.
Ante esta situación los dueños del capital mexicano de élite no requerían pagar el fraude directamente, simplemente mantenían consentidos a los que lo creaban y operaban. Así, políticos, comunicadores, y uno que otro intelectual acomedido, actuaban en consecuencia. El pago vendría en especie, en efectivo, en favores, siempre llegaba.
Los beneficiarios de los fraudes electorales no necesitaban diseñar las operaciones, tenían quién lo elaboraba, a veces, a la perfección, como se maquina un crimen perfecto, desde luego, la primera víctima era la democracia, pero en ese deceso fallecía la esperanza de la población de tener un lugar en el espacio de la producción real del país y figurar con posibilidades, aunque fueran mínimas, montarse en la movilidad social, que fue uno de los logros de la Revolución Mexicana, creadora de la clase media actual.
Desde luego quienes movían los hilos de la política mexicana no eran empresarios de menor envergadura, ni aquellos comprometidos con mantener en México su capital y sus empresas, sino un grupo muy selectos de inversionistas cuyas ganancias son tan altas y sus socios tan importantes que en caso de cambios bruscos en la política nacional ponen en riego no sólo sus capitales sino la de sus socios y amigos en el resto del paneta, de ahí que haya interesados en descalificar el actual gobierno, también desde el exterior.
En México algunos inversionistas se volvieron empresarios de altos vuelos realizando negocios con los funcionarios públicos, tomando del dinero de los ciudadanos sin riesgos, en forma de evasión, de adquisición gratuita de terrenos, de bajísimos salarios, de condonación de deudas en créditos en banca pública, etc. en todo caso el peligro estaba en la quiebra de Hacienda, que podía seguir financiándose con préstamos, cuyos montos pagan los mexicanos.
Esos empresarios sirven de bisagra para la unión efímera y frágil de tres o más partidos para combatir a su enemigo porque quiere arrebatarles sus privilegios. Según ellos crearon con la alianza electoral un blindaje a sus intereses, pero los políticos de ese lado de la función pública no saben de finanzas, y sus benefactores no saben nada de teoría política, ni historia, ni civismo, ni derecho, ni leyes. Tuvieron sus propias reglas y manipulaban hasta el pensamiento y el saber.