Morena puede, pero no quiere. Sigue y seguirá reproduciendo los vicios y errores de su pasado perredista. Ha sido incapaz de llevar una vida partidaria democrática y a la altura de la Cuarta Transformación. Militantes y simpatizantes morenistas, piden a gritos la intervención de su líder moral Andrés Manuel López Obrador para poner orden, antes de que el daño sea irreversible.
Durante los primeros años de este siglo, ante la falta de oposición real en la CDMX, el PRD vivió en un conflicto y competencia interna permanentes. Las diferentes corrientes de opinión, mejor conocidas como tribus, se peleaban todo el tiempo por cada espacio de poder.
Candidaturas, puestos de estructura en las entonces Delegaciones y en el Gobierno de la Ciudad, espacios en la Asamblea Legislativa, en la Auditoría Superior, en la Comisión de Derechos Humanos, en los órganos de dirección del partido, en las representaciones ante el Instituto Electoral local y federal, en fin, no había puesto que se salvara de la disputa.
Veíamos hacer circo, maroma y teatro a los allegados de Armando Quintero para aliarse con el grupo de René Arce y hacerle contrapeso al otro René de apellido Bejarano, y así poder negociar mejores rebanadas del pastel.
Pero también, vimos a Armando Quintero aliándose con Martí Batres para evitar el crecimiento de los denominados Chuchos, encabezados en la Ciudad por Arce, desde su bastión Iztapalapa. Así fue como llegó Martí Batres a la presidencia del PRD en el Distrito Federal.
Se valía de todo, desde manifestaciones y tomas de instalaciones, hasta recursos legaloides para hacerse de los espacios y de la dirigencia del partido. De esto viene huyendo el Presidente Andrés Manuel López Obrador y ahora Morena lo está reeditando.
Por ello, toma especial importancia que las únicas etapas de estabilidad y gobernabilidad que ha tenido Morena coinciden con dos momentos importantes, el primero cuando Andrés Manuel fue su Presidente y el segundo cuando fue su candidato a la Presidencia.
Haber decidido tomar una sana distancia de su partido al llegar al poder, ha sido una decisión del Presidente que de entrada ayuda mucho a la independencia e imparcialidad de un Jefe de Estado; pero como un búmeran que regresa a quien lo lanzó, esta misma distancia mal entendida por Morena, ha generado que ese vacío de poder quiera ser llenado por los grupos más grandes que no buscan dirigir al partido para abonar a la 4T, sino para disminuir o desaparecer a sus adversarios internos.
Lejos de vislumbrarse una rápida y positiva solución a esto, hoy tenemos en Yeidckol Polevnsky y Alfonso Ramírez Cuellar los rostros de la disputa y con diferentes maromas y argumentos, defienden su figura como Presidenta y Presidente de Morena. Podríamos pensar que solo uno de los dos tiene la razón; sin embargo, ninguno la tiene, ambos son el resultado del choque de trenes interno.
La única y gran solución es retomar el liderazgo único e intransferible de su líder moral Andrés Manuel López Obrador, para que bajo su dirección puedan darle rumbo y gobernabilidad al partido en el poder y prepararlo rumbo a la verdadera competencia en las intermedias del 2021.
El costo puede ser muy alto, perder la mayoría en la Cámara de Diputados y con ello, el Presupuesto y las reformas constitucionales que requiere el Presidente para poder continuar con la transformación del país.
*Especialista en Ciencia Política y Gobierno.
avilezraul@hotmail.com