¿Cuándo llegará el día en que no transcurra una semana sin que las cifras de feminicidio aumenten con casos desgarradores como los de Ingrid Escamilla, Fátima Cecilia y más recientemente, Carol Tovar, de cinco meses de edad fue localizada sin vida en un terreno baldío a unas cuadras de donde fue raptada de los brazos de su madre en Saltillo, Coahuila? Esta pregunta está muy lejos de obtener una respuesta.
Lo que las mujeres han demandado en todos los foros que han podido, incluida la puerta principal de Palacio Nacional, es muy justa: que no las maten, sin embargo, este lacerante fenómeno en la actual coyuntura, toca la muy delgada línea entre la exigencia por solucionarlo y su politización.
En la sesión del pasado martes de la Cámara de Diputados, cuando el pleno aprobó una reforma al Código Penal Federal para que el feminicidio se sancione hasta con 65 años de prisión, legisladoras de todos los partidos subieron a la tribuna para protestar contra de ese aberrante fenómeno y exigir una solución. Todas de negro en señal de luto, acompañadas por algunos hombres diputados que se solidarizaron, las panistas dejaron zapatos rojos, —símbolo de la lucha contra el feminicidio—, en la tribuna principal.
No obstante, eso se volvió un intercambio entre legisladoras de todas las fracciones parlamentarias para tratar de adjudicar culpas sobre un fenómeno que no se ha podido resolver.
Y desafortunadamente, es el partido en el poder, Morena, el que de alguna manera ha aprovechado la circunstancia. La secretaria de ese instituto político, Yeidckol Polevnsky, pidió a las feministas ser más “creativas” en sus manifestaciones.
Lo anterior es una clarísima prueba de cómo un tema tan delicado como el feminicidio, se puede llegar a politizar; lo lamentable es que dicha muestra proviene de parte de una mujer, que se supone debería ser más sensible ante esta justa exigencia.
La secretaria general morenista dijo que el número de feminicidios no ha aumentado en México, lo que ocurre, -desde su muy personal punto de vista-, es que a esta también herencia del pasado, no se le había dado apertura como se ha hecho en la actual administración, “antes se maquillaban cifras, se ocultaba información”, pero entonces, ¿el repunte en ese alarmante delito en la actualidad, a qué se le puede atribuir?
El problema es que en los casos de los feminicidios de Ingrid, Fátima y Carol Nahomi se ha actuado conforme reza un popular refrán: “después de ahogado el niño, tapen el pozo”. En el primer expediente, el de Ingrid, el error que cometió fue haber presentado una denuncia por violencia intrafamiliar y luego perdonar, pero ¿en el caso de las menores? Respecto a Fátima, podemos estar ante la punta de una enorme y laberíntica hebra.