Nadie puede negar que Andrés Manuel López Obrador le está poniendo su sello muy personal a la forma de gobernar un país con más de ciento treinta millones de personas, solo que, bajo mi punto de vista, no es con el “fuchi caca” con el que pasará a la historia como ha sido siempre su deseo.
Conocí de cerca al hoy presidente de la República, era un hombre introvertido, de pocas palabras, poco sociable y testarudo, con un léxico totalmente diferente al que maneja actualmente: ¡no sé qué le pasó!
Si lo ponemos en términos familiares, cuando una hija o hijo salía de los estándares de los valores inculcados al seno familiar se decía que la culpa era por las malas amistades y compañías, quizá eso es precisamente lo que le ha pasado al primer mandatario, se ha reunido de gente con una imagen muy negativa, inculta, soberbia, intolerante y con un lenguaje bastante pobre.
Todos los mexicanos, creo yo, estamos de acuerdo en que combatir la corrupción es una tarea loable, siempre y cuando sea real y a profundidad, por lo que está demás decir “fuchi caca” al hablar de que no se tolerará en el gobierno federal más gente corrupta, sea del nivel que sea. En eso, el apoyo es total.
Lo que no está bien es el lenguaje que utiliza el jefe del Ejecutivo, y no es que me dé aires de espantada o fifí, sino que el tabasqueño es nada más y nada menos que el presidente de este país y cualquier cosa que haga o diga repercute a nivel nacional e internacional.
Sin lugar a dudas de la declaración de “fuchi caca” que hizo el domingo en un evento en la alcaldía de Milpa Alta se desprende que, o bien le hacen falta asesores en imagen y lenguaje, o les hace más caso a las malas compañías que lo rondan desde su campaña presidencial y que ahora ocupan altos puestos en el gabinete.
López Obrador debe comprender que, como en la familia, si el padre es violento los hijos lo serán, si es grosero, los hijos lo serán, si no respeta a las personas, los hijos no respetarán a su prójimo y así podría ponerles un montón de ejemplos. El presidente de México debe corregir su lenguaje por el bien de toda una nación, no debe hacernos víctimas de burlas crueles.
El señor que despacha y vive en Palacio Nacional tiene todo en sus manos para hacer de México un país sobresaliente, solo es cuestión de voluntad; no está carente de poder, no tiene oposición que lo persiga; recursos económicos le sobran, solo hay que administrarlos bien; apoyo popular, aún conserva un porcentaje importante… Está a tiempo de evitar que en un futuro el “fuchi caca” sea del pueblo al gobierno.