Columnas
Finalmente, Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos y de inmediato comenzó a tomar las medidas que considera necesarias para hacer grande de nuevo a América (refiriéndose a su país, no al continente del cual los gringos han usurpado el nombre con la complacencia de los colonizados). Entre éstas, la aplicación de una tasa de 25% en aranceles o tarifas por derechos de importación, con lo que nuestro país y otros muchos podrían pasar serios problemas. Sin embargo, míster Trump se lo pensó mejor y pospuso por un mes la draconiana medida, tiempo en el que el gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum tendrá que ingeniárselas para contrarrestar el embate del “socio” del norte (no se piense que Trump es un loco que nomás anda viendo la manera de fastidiar al mundo, nada de eso, más allá de sus formas carentes por completo de diplomacia, el tipo -que representa amplios sectores e intereses- tiene muy claro lo que quiere: mantener la hegemonía estadounidense en el mundo, empezando por lo que ellos, los gringos, siempre han considerado como su patio trasero: los países iberoamericanos).
Trump pensó en la mala imagen que le daría aplicar los aranceles de marras en vísperas de la celebración del Super Bowl LIX, lo cual provocaría un alza inmediata en el precio del aguacate importado desde México, ingrediente principal del “wakimoli” que se ha convertido en el acompañante indispensable para ver el “gran juego americano” (Samuel L. Jackson dixit) y nos dio una tregua. La prueba es que se apersonó en el estadio CaesarsSuperdome de Nueva Orleans (donde no fue abucheado) para presenciar el encuentro y, una vez que este terminó, decretó la aplicación de aranceles, aunque en principio sólo paraacero y aluminio.
Desde hace más de dos décadas el aguacate mexicano se ha posesionado del mercado estadounidense que gira en torno del Super Bowl. Para darnos una idea más clara, hay que saber que, según datos de la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México (APEEAM), entre enero y los primeros días de febrero, se exportaron al vecino del norte 110 toneladas del fruto verde, aproximadamente 250 millones de piezas que llenarían 30 millones de cascos de futbol americano. Para el SB la exportación de aguacate generó más de 330 millones de dólares (6 mil 600 millones de pesos). Durante el partido los aficionados consumieron un promedio de 4.5 kg per cápita, principalmente en forma de “wakimoli”. Y, por si fuera poco, a través de Avocados From Mexico (AFM) se lleva a cabo una agresiva campaña (para usar términos mercadotécnicos) de publicidad con la figura de la estrella de la NFL Rob Gronkowsky, tight end ganador del Super Bowl con Nueva Inglaterra y Tampa Bay, para introducir el producto en el futbol colegial.
Como se puede apreciar, no es un asunto menor que nuestra poderosa cultura mexicana tome carta de naturalización a lo largo del mundo (el aguacate es originario de Mesoamérica, somos el mayor productor y exportamos a más de 35 países). En caso de que sean aplicados los tales aranceles será el consumidor final quien pague el incremento, no el productor.
Para terminar, una breve reflexión sobre el espectáculo de medio tiempo, que estuvo a cargo del rapero Kendrick Lamar: fue una poderosa expresión de arte contestatario y anti “stablishment”, digna de ser vista una y otra vez en busca de simbolismos, cuyo mensaje más profundo, según mi percepción, es que algo muy grave sucede en las entrañas del imperio. También la referencia explícita a las atrocidades cometidas en Gaza y Sudán dejó huella. Deporte-geopolítica-arte ¿qué más se puede pedir? Hasta el próximo jueves…