Columnas
Lo sucedido en el aeropuerto de la Ciudad de México, donde un abogado facturero, asesor de evasores fiscales y promotor del lavado de dinero, realizó contra un senador debe llamar la atención del surgimiento de la polarización que la derecha intensifica, aunque ellos hayan sido quienes la iniciaron desde hace muchos años.
Será un peligro para cualquiera ser golpeado o agredido física o verbalmente al ser reconocido como alguien que no piensa igual que los agresores. Esto pone en peligro a la gran mayoría de las familias mexicanas, objetivo de la violencia de las minorías.
La violencia entre ciudadanos, sean representantes populares o no, es iniciada, desde hace algunos meses por los conservadores, desesperados por perder elecciones y espacios y ver que sus privilegios se alejan cada día más, agreden sin importar consecuencias ni desgastes.
Las marchas preelectorales de la derecha se caracterizaron por la violencia de quienes las integraban. No eran manifestaciones sociales de inconformidad sino un cúmulo de insultos y descalificaciones sin propuestas concretas que no justificaban el esfuerzo.
La derecha teje en el vació su labor política en lugar de convertirse en un contrapeso sólido y lógico, se aleja de la política y se acerca a la ferocidad de las bestias que dice rechazar en la teoría pero en la práctica diaria pareciera estar llena de rencor y odio contra quienes no piensan como ellos. O mejor, dicho, contra quienes no quieren ver como iguales sino como seres inferiores, de ahí su resentimiento, porque su vida se basó en la superioridad que otorga el dinero y las apariencias, la materia, muchas veces obtenido por medios que no son legales, incluso a través de delitos graves.
La igualdad entre los seres humanos es una ley, un derecho. Los conservadores desobedecen la ley y violan los derechos por sentirse superiores a otros. La era de la impunidad ya pasó. Se trata de un vocablo que pone en peligro la supuesta superioridad de otros que por distintos factores inventaron ser más y no mejores. La cantidad material sobre la calidad humana.
Así, la simple palabra atenta contra toda la personalidad de algunos que basaron su existencia en una fantasía, y actuaron en consecuencia. La superioridad que algunos consideran patrimonio, herencia o derecho es una compensación que crean para alejar la pobreza y la mediocridad que saben les caracteriza, las bases que sustentan esa superioridad no resisten prueba alguna que compruebe diferencias con los demás.
Los integrantes de la derecha en México se consideran superiores; de hecho, se montan en el conservadurismo porque creen que esto les hace especiales. La idea de que en Morena sus miembros son pobres e ignorantes surge precisamente de ese complejo que quieren compensar con objetos visibles, ocultando la pobreza en lo que no puede verse.