Durante los años ochenta y noventa del siglo pasado, las organizaciones delictivas italianas eran de las estructuras más poderosas y temidas del mundo. Italia se enfrentaba a grupos mafiosos que ponían en jaque diferentes regiones del país, como la Cosa Nostra, la ‘Ndrangheta, la Camorra y la Sacra Corona Unita. Manifestaciones criminales que se habían surgido cuando menos desde el siglo XVII y se habían desarrollado durante siglos.
Su poder fue tanto que algunos líderes de la mafia, como Lucky Luciano y Vito Genovese, facilitaron en el desembarque de las tropas estadounidenses en Sicilia, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Estos grupos tenían una raigambre histórica, social, política, económica, cultural y de corrupción que era sumamente complicada de extirpar.
La política de enfrentamiento italiana (aunque no ha sido completamente exitosa pues las organizaciones siguen operando), ha logrado disminuir tales agrupaciones a expresiones manejables, las cuales no sustituyen al gobierno en sus funciones, ni tienen control territorial. Además, es una experiencia que no registró tal nivel de violencia, homicidios ni degradación social como en el caso mexicano.
México tiene mucho que aprender de este caso, dos lecciones me parecen destacables. Por un lado, Italia fortaleció el marco jurídico para brindar herramientas de investigación criminal. En 1982, surgió la Ley Torre que introdujo la “asociación mafiosa”, desde ese año se impulsó la investigación patrimonial preventiva, posesión injustificada de bienes, agentes infiltrados, escuchas preventivas y los famosos arrepentidos (ex mafiosos que daban información a autoridades a cambio de beneficios).
Por otro lado, se llevaron a cabo los “maxiprocesos”, juicios simultáneos contra cientos de integrantes de los grupos criminales. La magistratura antimafia de Palermo (“pool antimafia”) dirigida por el juez Roco Chinnici, Paolo Borsellino y Giovanni Falcone, llevaron a la cárcel en 1987 a 344 personas, con una sentencia conjunta de más de 2 mil 600 años de prisión y 9 cadenas perpetuas. Fue una acusación de más de 8 mil 600 páginas que demostraban la existencia de la mafia siciliana, con una estructura y líderes identificables. En 1992, en diferentes atentados perdieron la vida Borsellino y Falcone, convirtiéndose en íconos del combate contra el crimen a nivel global.
A la luz de esta experiencia, en México, aunque se han tenido avances importantes en materia de legislación en la última década, el marco jurídico es insuficiente para el combate a la delincuencia. Uno de los últimos estudios que lo sostienen es el Índice Global de Crimen Organizado 2021, el cual en el rubro de “políticas y leyes nacionales”, da el país una puntuación de 6 en una escala de 10.
Sobre el papel del poder judicial y los jueces en el combate a los cárteles, es una tarea que está a años luz de ser comparada con el caso italiano.
Éste ha tenido un papel poco destacado, no cuenta con figuras ni tribunales emblemáticos en el combate a la delincuencia y mucho menos con herramientas parecidas al “maxiproceso”. Durante años ha brillado por su poco comprometimiento y, en casos puntuales, ha sido infiltrado. El acompañamiento del poder judicial es una condición sinen qua non se logrará tener éxito en esta empresa.
* Candidato a Doctor en Ciencia Política por la UNAM y fundador de la Consultoría SIE. Twitter: @jgt_00