Pedro Arturo Aguirre
Cuba vive las manifestaciones antigubernamentales más grandes en sesenta años. Como buen aprendiz de sátrapa, el presidente Miguel Díaz-Canel reaccionó con una histérica convocatoria a “los revolucionarios” para salir a las calles a enfrentar a los manifestantes. La represión fue bárbara, tal y como consta en centenas de videos y testimonios aparecidos con profusión en redes sociales. Esta crisis es resultado del hartazgo acumulado de la población, agravado por la crisis del coronavirus. Aunque, se supone, Cuba mantuvo la pandemia bajo control en 2020, a partir de los últimos meses ha padecido un rebrote y ahora la isla está entre los lugares con más casos registrados por cantidad de población en América Latina mientras el sistema de salud se colapsa.
La pandemia ha sacudido con fuerza los cimientos socioeconómicos con mayor desabasto, inflación, colas interminables, constantes apagones eléctricos y escasez de alimentos, medicamentos y productos básicos. “Todo es culpa del bloqueo” claman, como siempre, los tiranos de la isla. Muchos incautos alrededor de todo el mundo lo creen, pero en los hechos Cuba puede comerciar y relacionarse con todos los países del mundo de manera normal, excepto con Estados Unidos. La idea de una nación constantemente atacada desde el exterior es la vieja pero ya muy desprestigiada coartada comunista. La realidad es otra: los cubanos padecen desde hace seis décadas de un gobierno totalitario inepto en la gestión económica y enemigo acérrimo de la libertad.
Ya en noviembre pasado habían tenido lugar manifestaciones convocadas a través de las redes sociales en protesta contra la falta de libertades. La respuesta de la dictadura fue el inicio de una oleada represiva tan grave como la llamada “Primavera Negra”, puesta en marcha por Fidel Castro en 2002. La persecución seguramente se acelerará con las manifestaciones del fin de semana. Díaz-Canel sigue a pie juntillas el esquema totalitario de estigmatizar a ultranza toda disidencia. Quien en Cuba piense diferente y se atreva a expresarlo se convierte en un enemigo de la Revolución y será castigado.
Sin embargo, los cubanos no se arredran. Cuentan con las redes sociales para denunciar su incomodidad con el gobierno. Gracias al internet han aparecido decenas de medios independientes donde artistas, periodistas, ciudadanos e intelectuales reclaman sus derechos. Al gobierno cubano solo le alcanza su limitado criterio para denunciar a las redes sociales como vehículo de “estrategias de desestabilización de la CIA”. Por encima de las mentiras del régimen, Cuba podría estar a punto de iniciar uno de los periodos más oscuros de su historia con una combinación de violaciones sistemáticas a los derechos humanos, crisis económica sin salida y (muy probablemente) con las expectativas de la dictadura de una eventual apertura por parte del gobierno de Biden hacia la isla completamente arruinadas.