Pero eso no es lo más grave. Lo verdaderamente inaudito es que en la redacción de esta norma de fabricación de productos derivados de cerales o de panificación (NOM-247-SSA1-2008) cuando se señalan los límites permisibles de muchos “aditivos alimenticios” (sustancias químicas que están en contacto directo con la harina del cereal que nos comemos) que se le agregan, en muchos casos se utilizan las iniciales BPF que significan “buenas prácticas de fabricación” para definir las cantidades de cada uno de estos aditivos, en lugar de definir los gramos o miligramos o partes por millón de dichas sustancias por kg de producto final. En pocas palabras, cada fabricante, de acuerdo a su conciencia y buen juicio, agregará la cantidad secreta que ellos consideren adecuada para que sea nuestro “alimento”. O sea que jamás sabremos las cantidades de estas sustancias estamos comiendo.
Menciono solo algunos “aditivos alimenticios” como el guanilato de potasio, ácido guanílico, ácido glutámico, ácido inosínico, glutamato de amonio, azodicarbonamida, cloruro de amonio, sulfato cálcico, antocianinas, cantaxantina, clorofilas, clorofilina y curcumina, ácido algínico, alginato de anomio, carboximetilcelulosa, carragenato de amonio, pectina, polivinilpirrolidona, hidroxipropilcelulosa y metilcelulosa.
Estas sustancias químicas son de origen sintético y nuestro organismo no está diseñado para asimilarlas y tampoco son nutrientes. Lo que puedo asegurar es que tienen efectos secundarios sobre nuestra salud. A los embutidos (jamones y salchichas) se les adiciona nitrito de sodio como conservador. A los refrescos se les adiciona benzoato de sodio como conservador y al famoso pan de caja se le adiciona propionato de sodio para evitar los hongos y darle más vida de anaquel. Cofepris no tiene la capacidad de vigilar a cada empresa productora de panes de cereales ni de embutidos.
Tampoco tiene la voluntad de llegar a hacerlo algún día. Protege a los fabricantes de cosméticos al no permitir que conozcamos sus ingredientes. Igual que cuando por un accidente descubrí que el Ditiocarbamato de sodio (bactericida altamente tóxico no biodegradable) se estuvo usando por décadas en la fabricación de azúcar como aditivo y coadyuvante, sin la autorización de Cofepris. Hecho que denuncié en el año 2003 ante la no menos corrupta Directora Ejecutiva de Manejo de Riesgos, Rocío Alatorre Eden-Wynter y que el Dr. Miguel Lombera González, Director General de Salud Ambiental de Cofepris me contestó (reconociendo el hecho) mediante el oficio CEMAR/03/00033 de fecha 16 de diciembre de 2003.
*Carlos Alvarez Flores. Experto en gestión de residuos y cambio climático. Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C. www.carlosalvarezflores.com y Twitter @calvarezflores