Con un saldo para el mes de julio de más de un millón de empleos formales perdidos, según el acumulado desde el inicio de la pandemia, y con datos del IMSS, y en voz del titular del ejecutivo. Si sumamos las áreas laceradas en el comercio informal, que suman buena parte del contingente laboral de un país caracterizado históricamente por sus miserables políticas laborales, en se pone al descubierto el tamaño de la tragedia.
Los sectores turísticos del país: hoteles, aerolíneas, restaurantes, cafés, tiendas y miles de personas que viven de este sector que representa una derrama fundamental para una potencia turística como lo es México, seguimos encontrando ese panorama desolador que contemplamos cuando resulta que ese pequeño café pequeño y familiar, donde acudía cotidianamente a leer, ahora está cerrado y con sus propietarios en una crisis de proporciones infames, pues su patrimonio quedó destrozado por una catástrofe que simplemente no puede seguirse manejando con métodos medievales de aislamiento total, pues semejante medida traerá mayores consecuencias que inician con la devastación económica, y luego con la crisis social y política.
Eventos que han devastado la economía entera de un país, no son acontecimiento limitados a ella, como la gangrena, una cosa es la herida, y otra que, a partir de ese daño mal atendido, se genere una infección que mate al cuerpo dolido. Doloroso es observar ese negocio, todos los negocios que han cerrado, porque cada uno tiene nombres detrás de él, y familias condenadas a la pobreza, con la desatención insensible de un gobierno envuelto en sus fábulas mediáticas en torno a un avión, sin darse cuenta de que le está abriendo la puerta a una crisis social y política que se irá multiplicando conforme la pobreza carcoma todo, y los recursos ya no alcancen para sanar nada.
No podríamos entender la historia de la primera mitad del siglo veinte, sin recordar la crisis económica del veintinueve. Quienes sepan historia y lean con atención, sabrán bien que la devastación generada hizo que el sector más formado de las clases medias, desesperadas por la inanición, se entregaran con mucha pasión a los discursos demagógicos que prometían la salida a la crisis, fabricando culpables. La Alemania nazi es un ejemplo de las consecuencias de la incapacidad de la democracia de la república de Weimar —López debería de conocer a Hindemburg—, para enfrentar la crisis económica y los traumas de los Tratados de Versalles al fin de la Primera Guerra.
México y su gobierno no pueden mantener cerrada la economía, un proyecto realista de sanitización, debe de aplicarse con una política de promoción económica sin precedentes. El riesgo de no hacerlo es como dejar una puerta abierta a una habitación de la que no se sale tan fácil.