Es la estrategia de la derrota y por ello están pensando negociar con los delincuentes. Se parte de la idea de que los cárteles de las drogas no pueden ser vencidos y que por ello hay que buscar alternativas.
En la Estrategia Nacional de Seguridad Pública se plantea dar carácter de grupo beligerante a los integrantes de las mafias criminales.
En el texto, elaborado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, se señala: “En el México actual estos tienen (los cárteles) niveles organizativos, poder de fuego y control territorial equiparables, en diversos casos, a los conseguidos en otras latitudes por facciones políticas en armas.”
¿Qué significa esto? Que se les dará el trato como en Colombia a las FARC, con la diferencia de que Los Zetas, los Rojos y los cárteles de Jalisco y Sinaloa, por mencionar a algunos, no tienen reivindicación política alguna.
Es un error del que se van a desprender, si se lleva a cabo, consecuencias históricas. Es poco probable que fructifique, porque los líderes del crimen organizado no van a encontrar los incentivos suficientes para renunciar al negocio que significan los mercados ilegales.
En el documento se señala que se ofrecerá a los bandidos:
1. Ensanchar sus esperanzas de vida, recordando que suelen morir jóvenes y de modo violento.
2. Llevar una vida tranquila y sin sobresaltos.
3. La posibilidad de encabezar negocios legales.
4. Alcanzar la respetabilidad social.
Con excepción de la participación en la economía formal, ninguno de los otros ofrecimientos tiene sentido para sujetos que obtienen millones de dólares y que son capaces de ordenar disolver en ácido a sus rivales o a quienes los confrontan.
Los ejemplos internacionales funcionan, pero sobre todo para advertir de los riesgos de semejante iniciativa. Con Pablo Escobar, el líder del cártel de Medellín, también negociaron, y aquello terminó en uno de los momentos más oscuros y violentos de la historia de Colombia.
Es absurdo iniciar un nuevo modelo anunciando que no hay posibilidades de victoria, porque ello lo que hace es dar alicientes a quienes están cometiendo delitos.
Más allá de retórica, esto deja en el abandono a los millares de víctimas que vienen exigiendo justicia desde hace décadas.
El nivel de violencia y sadismo de los grupos del crimen organizado, no permite ser optimistas en su trasformación y su reinserción en la sociedad.
Deja en el desamparo a los cientos de oficiales del Ejército, Marina y Policía Federal que han venido arriesgando su vida y que conocen del nivel de letalidad de quienes están en posibilidad de ser indultados o sujetos de amnistía. Es tiempo, todavía, de no entrar en esas aguas turbias.
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