Columnas
Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen
Nicolás Maquiavelo
Cuando se usa la palabra humano como sinónimo de compasivo, sensato, sensible, me da una especie dolorcillo bajo en la memoria, pues pocas cosas hay más humano que la guerra, que la premeditación para destruir y despojar.
Sin embargo, todas las acciones de fuerza que hacemos como especie para apoderarnos de lo otro, lo recubrimos de religiosidad, de destinos divinos, de gloria y honor. El discurso de la historia maquilla masacres, invasiones, violaciones, robo, ultrajes, humillaciones, con una capa de adjetivos que cuentan mentiras para engañar al futuro de que la sangre vertida fue derramada honorablemente, por designio de Dios o por la defensa de la patria.
Justificamos todo de forma psicótica.
El mundo, México, las calles, las casas nunca han dejado de estar en guerra, pues es el estado natural de los humanos. El terror que causa el bombardeo no se aleja del terror que siente una mujer víctima de violencia doméstica al oír llegar los pasos de su agresor acercase a la puerta.
La justificación se construye con el tiempo, con las letras, con la repetición. La historia se construye con base en el olvido selectivo y la reiteración de objetivos míticos y así, celebramos inicio de guerras, batallas, asesinatos, masacres, embarrándolas con papelitos de colores y música de bandas de guerra.
Dejamos de lado el dolor, el olor a muerte, el terror, los caminos llenos de personas que huyen de la gloria que los que aplastan, les enseñarán a sus hijas e hijos para justificar los robos y asesinatos.
Rusia hoy, dice, invadió Ucrania para tomar el control de su gas, su poder nuclear, su riqueza agraria, para obligar al mundo a un nuevo orden mundial, donde Estados Unidos tiene el mundo controlado por la fuerza, con 173.000 tropas norteamericanas en todo el mundo desplegadas en unas 254 bases e instalaciones militares.
El gobierno ruso demuestra la tesis maquiavélica, donde sólo existen los intereses y la virtud era una ilusión, porque los hombres y las mujeres se habían convertido en seres diestros en el arte del engaño. Putin argumenta que rompió la paz en defensa de los habitantes prorusos, y con ello, igual que Hitler en su momento invadió Polonia, busca anexar las riquezas de los vecinos y establecer nuevas condiciones al mundo.
El tiempo de la guerra es el tiempo de la propaganda, es el tiempo de las inocencias, así, Rusia no es un agresor, ni bombardea objetivos civiles. Sólo defiende algo que quizá, ni los voceros rusos de la guerra, entienden.
Estados Unidos, con cerca de 60 países intervenidos se rasga las vestiduras y empieza a hacer cuentas pues no hay mejor negocio que la guerra. Se venden armas, propaganda disfrazada de noticias, gasolinas, gas, alimentos, publicidad (¿cuánto cuesta un comercial mientras se dan las noticias de la guerra?), todo se vende.
Pero todos guardan silencio ante los atropellos que no significan el crecimiento del negocio, Palestina, el bloqueo en Cuba, la lucha por los derechos humanos de las mujeres en el Islam, la destrucción paulatina, la ocupación de EU de Puerto Rico, y la lista se extiende hasta el silencio cómplice del mundo.
Las guerras seguirán, las que están, las que vienen, mientras los intereses se pongan por encima de la vida y la dignidad de la gente, la impunidad seguirá viva en casas, calles, pueblos, ciudades y países mientras valga más disfrazar el olor a muerte y miedo de honor, gloria, patria, amor.