A inicios del año en curso, el mundo comenzó una crisis sanitaria que visibilizó una serie de asignaturas pendientes en diversas materias, que no habían sido atendidas. Como consecuencia de la propagación del Covid-19, diversos gobiernos, empresas y la misma sociedad comenzaron a tomar acciones, algunas de forma acelerada y otras un tanto retardadas, sobre lo que sería la nueva realidad de nuestro quehacer cotidiano.
De esta manera, la sustitución de los procesos habituales en los ámbitos económico, político, social y cultural ha representado un largo camino por transitar, para adaptar nuestras propias necesidades e intereses a las posibilidades permitidas, pues garantizar la seguridad de nuestros seres queridos, se ha convertido, a lo largo de estos meses, en el tema prioritario.
Esta nueva enfermedad llegó a nuestro país, según fuentes oficiales, durante el mes de febrero. Desde entonces, la pandemia nos ha hecho conscientes de las numerosas herramientas existentes para aprender, trabajar, mantener nuestras relaciones sociales y llevar a cabo los servicios básicos.
Sin embargo, ante este “nuevo” escenario de posibilidades, no se puede perder de vista que, el impacto en la sociedad sigue siendo profundo y diferencial; mismo que, por un lado favorece a empresas extranjeras que forman parte de la revolución digital, tales como Facebook, Amazon, Netflix, entre otras; pero por el otro, particularmente en América Latina, ha llevado en muchos casos a la desaparición de las micro y medianas empresas que no han logrado salir adelante.
Esta situación no sólo ha demandado la generación de numerosas acciones gubernamentales, también el diseño de protocolos institucionales, para reanudar paulatinamente la operatividad de nuestras actividades, a fin de focalizar nuestros esfuerzos, hacia una adaptabilidad que sea el reflejo de una sociedad responsable, en la que la presencia tecnológica en materia educativa y de desarrollo social sean prioritarias.
Covid-19 es el primer llamado de la más severa crisis humanitaria de nuestros tiempos, está ocasionada por el descuido de no haber atendido en su momento temas prioritarios enfocados a la ciencia, la cultura, el ambiente y el cambio climático.
La pandemia que estamos viviendo nos ha enseñado que, la solidaridad y el respeto deben ser valores regentes en nuestra cotidianidad, en el trato con nuestro entorno y los demás. La nueva normalidad no puede ser la continuación de las deficiencias políticas y sociales, que nos han llevado al contexto de desigualdad actual. En ese sentido, será indispensable construir oportunidades, para destinar recursos y esfuerzos a aquellos grupos sociales que se encuentran en una mayor situación de vulnerabilidad; fortalecer políticas públicas que construyan unidad a partir de la heterogeneidad, además de implementar propuestas incluyentes desde una perspectiva de derechos humanos.
La adaptación es posible, tal como lo es el tránsito hacia una ciudadanía responsable y equitativa, pues la única forma de salir adelante, es a través del trabajo conjunto entre la sociedad civil y los sectores público y privado.