Karl Jaspers definía la muerte como una situación límite. La naturaleza humana implica una muerte natural que debería enmarcarse en la perspectiva de la dignidad.
La muerte violenta que hoy se presenta en México como algo normal, numérico y hasta algo parecido a un show
en algunos medios de comunicación, rompe radicalmente el concepto de muerte y de vida. Asistimos claramente a un momento álgido e incluso macabro de la cultura de la muerte.
Ya en 1961, la filósofa Hannah Arendt
reflexionaba sobre lo que llamó “la banalidad del mal” representada por un tipo de burocracia que durante el Holocausto convirtió la Solución Final en “un trabajo, una rutina cotidiana”.
El problema radica cuando la vida
pierde sentido por el ejercicio de la violencia. Cuando la vida humana forma parte de estadísticas, de fosas clandestinas, de bolsas, de tráileres convertidos en morgue, de hogueras como en Ayotzinapa; la muerte violenta banaliza la vida.
La violencia y su presentación indiscriminada constituyen la pornografía
de la muerte que pone al desnudo una terrible realidad.
El Estado no sólo no ha dado una respuesta a este creciente problema sino
que ha mandado mensajes confusos de comprensión, convivencia y falso paternalismo.
La violencia en la que vivimos, nos
movemos y existimos no es causa ni consecuencia. Nuestra sociedad es injusta, desequilibrada, desproporcionada, agresiva, corrupta, ilegal. No contamos con un estado de derecho mínimo donde el delito es delito y donde se favorece la convivencia social y el bien común.
Parece incluso, que por trilladas, estas
palabras carecen de sentido.
Basculamos entre la inquietud de
la inseguridad y la insensibilidad ofrecida como pornografía en programas que, por cierto, precisan de contar con buen rating. Quizá esta insensibilidad se transforma en algo más dañino para una sociedad. Lo peor no es cometer errores graves, sino perder conciencia de los mismos.
Chile ha salido avante del régimen
dictatorial y actualmente es el primer país de América Latina que aparece en el Índice de Paz Global, posicionado en el lugar 27 de los 163 incluidos.
Por algo, la Alta Comisionada de la
ONU para los Derechos Humanos y expresidenta de Chile, Michelle Bachelet comparó el alto nivel de violencia en México con la situación en Chile durante la dictadura de Pinochet.
Hace 20 años creíamos que un país
como Colombia vivía una situación inhumana. Lograron superarla con un pacto de medios de comunicación para exponer con seriedad la violencia, mano dura desde la presidencia de Uribe, negociaciones de alto calado y compromiso de toda la sociedad. Actualmente, Colombia ocupa el sitio 143 del Índice de Paz Global liderado por Islandia.
El camino está marcado.
•Director de Extrategia,
Comunicación y Medios