Columnas
El siglo XX estuvo marcado por la reivindicación feminista, la gran revolución gestada por las mujeres rompió el techo de cristal para dar paso a las múltiples expresiones y organizaciones de las personas LGBTIQ+, sin embargo, al día de hoy en México nacer mujer trae consigo condiciones desiguales, pero, nacer mujer lesbiana, es sinónimo de ausencia de opciones y poca visibilidad, estadísticamente sólo el 5% de las mujeres de la diversidad se declaran abiertamente lesbianas y es quizá por miedo, porque México ocupa el segundo lugar a nivel mundial por crímenes de LGBT fobia.
Mientras no hagamos de los derechos humanos valores de vida como sociedad, la paridad, el progreso y la justicia social seguirán siendo un anhelo en esta ciudadanía de segunda a la que nos someten en la llamada democracia moderna, la verdadera paridad ha de lograrse institucionalizando la perspectiva de género con un enfoque transversal que significaría una conquista jurídica y política, pero, también democrática, permitir la coexistencia de la diversidad es liberarnos de las heterónormas, del cisheterosexismo y habrá que luchar por ello.
Las personas de la diversidad nos enfrentamos a las diferentes formas de discriminación que se siguen replicando a diario en la casa, la calle, la escuela y el espacio laboral. Los organismos internacionales han establecido mecanismos que tienen por objeto erradicar la discriminación y con ello la violencia ejercida hacia las personas de la comunidad, la Organización Internacional del Trabajo, en observancia al Convenio 111 sobre la discriminación, esta llamada a atender esta problemática.
La propia OIT ha señalado que, como consecuencia de la discriminación, las personas de la comunidad nos enfrentamos a mayores dificultades para acceder a un empleo formal, despidos injustificados, nulas oportunidades de capacitación y crecimiento laboral, salarios inferiores a los de la población heterosexual.
Hablar de transformar estas realidades, es también un desafío, ya que no solemos tener representación en los poderes constituidos del estado, ni en los sindicatos. La democracia en México ha sido tardía, ya que hasta este proceso electoral los partidos políticos están obligados a tener candidatos de la diversidad sexual, sin embargo, quedarse a hablar del logro que suponen las acciones afirmativas no es suficiente, no cuando no hay espacio seguro para nosotras las mujeres de la diversidad, cuando la seguridad social, los servicios de atención médica, vivienda digna y la posibilidad de acceder a un trabajo libres de los estereotipos y la discriminación siguen siendo un privilegio y no un derecho.
Reconozco que como sociedad también hemos fallado, que ha faltado valor, agenda y empatía, porque servir a una causa va más allá de una campaña electoral o un espacio de representación, porque no podemos vivir a la sombra quienes nacimos arcoíris.
Andrea Gutiérrez