Columnas
La romantización del pauperismo, forma parte de ese purulento miasma que satura la joroba de complejos que la sociedad mexicana ha heredado. El pauperismo se refiere a las condiciones de precariedad moral, a la que suceden una serie de problemas del que la pobreza material es uno más, pero yo tocaré el que quizás sea el peor: irresponsabilidad.
El irresponsable es un tipo que ejecuta sus acciones con la impunidad del que jamás ha pagado sus culpas. Esta condición apareció en la América Española como un recurso piadoso, sin el cual, muchos de nosotros no existiríamos, pues a partir de las denominadas Leyes de Indias, se concedieron garantías a la población nativa para no sufrir el atroz trato de los españoles. Los nativos no serían juzgados ni por los tribunales civiles o religiosos que los hispánicos y criollos sí, evitando la inequidad de una penalización descontextualizada para sus naciones, que se harían cargo de su propia administración, como sería hasta la independencia. Con las Leyes de Reforma, en un intento fallido de integrarlos al conjunto estatal, e integrarlos al sistema económico y judicial general, las injusticias en su contra se convirtieron en un lastre que se cubrió subrepticiamente con la simulación. Hacer a los indígenas sujetos de derecho suena extraño, pues las condiciones difíciles de su situación, hicieron que esos principios constitucionales fueran letra muerta y la sociedad se hiciera de la vista gorda tanto en derechos como en sus obligaciones. Para este sector, ambas condiciones son una abstracción y que más bien los ha condenado a su excepcionalidad.
Cumplir la legalidad no debería ser excepción, traducida en hordas de irresponsables que al mismo tiempo son víctimas de las circunstancias, ponen la legitimidad del estado de derecho en un dilema . El problema de marginar a gruesos de la población, ha hecho que tengamos capas sociales ignorantes del sentido de la ley, pero que al mismo tiempo, utilizan este pretexto grandioso para no hacerlos acatar la legalidad, aprovechándose de su pauperismo para beneficio de liderazgos inmundos.
Los invasores ambulantes que se han robado el Centro Histórico y el Paseo de la Reforma, con la anuencia -si no, contubernio de autoridades-, sólo son la punta de una cadena de irresponsabilidad, en donde la romantización del pauperismo, impide la aplicación de la ley, favoreciendo a que estos mismos, presuman “inmunidad” por su marginalidad, permitiéndoles robar recursos públicos y sumarse a grupos delincuenciales que explotándolos -a ellos y a su mìto-, logrando que la población capitalina evite que las autoridades impongan la ley, porque: “esa pobre gente tiene necesidad”. No saben, sin duda, la truculenta historia de explotación laboral a que son sujetos, hacen mutis del deterioro infame del patrimonio nacional, expuesto a las particularidades de grupos de irresponsables organizados, que extorsionan, saquean y amedrentan.