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Los payasos de Fellini

Los payasos de Fellini

Entornos lunes 20 de enero de 2020 -

Por martha Rojas
Martha.rojas@contrareplica.mx

Aparte del maquillaje blanco y la son- risa permanente Pierrot, Gelsomina
y Joker comparten algo más que la historiografía de los payasos. Son en sí mismos un retrato perfecto y ambiguo de la felicidad en la tragedia.
Para Federico Fellini el circo representó la posibilidad
de adentrarse en el mundo de los seres extravangantes y desarraigados, de hacer
lo que más le gustaba, es decir: “conocer gente nueva”. En su cine, el circo es la forma en que reafirma su premisa: “nuestros sueños son nuestra única vida real”.
En La Strada (1954) Fellini narra la historia de Zampano, un cirquero ambulante que compra a una joven llamada Gelsomina con la que teje una compleja relación artística y emocional basada en el abuso y el agradecimiento.
La joven Gelsomina (Giulietta Masina), que acepta ser vendida para costear la comida de su madre y hermanos, desarrolla un talento innato, que rápidamente engorda los bolsillos de Zampanó, pero aunque puede y debe abandonarlo, decide quedarse con él hasta el final. No lo dicen, pero lo saben. Se necesitan.
Se necesitan tanto como el payaso de su maquillaje. Es una especie de relación simbiótica en la que nada puede ser blanco o negro. Una relación que podría explicarse por la carencias de uno y la necesidad del otro. ¿Cuáles son esas necesidades? Fellini rechaza la mecánica de los convencionalismos y el de las respuestas sencillas.
Tal como en el circo, en la filmografía de Fellini todo es un viaje car- gado de signos que nos adentran a un mundo surreal, que a veces es un poco triste y a veces un poco feliz, como Gelsomina. La caricatura es una condición sine qua non en la representa- ción del clown, ya sea exagerando los rasgos más cotidianos, los socialmente aceptados, o bien aquellos que transgreden la normalidad.
Bajo el maquillaje los payasos pueden ser todo, sobre el maquillaje también, pero a tiempos están conde- nados a interpretar un papel que es más bien un espejo. El payaso alivia a la verdad y la convierte en una horrible fantasía: el conocimiento está liga- do a una verdad que históricamente subyace en una convencionalidad. Por el contrario, la fantasía es una parodia de esa verdad.
En el circo existe ese mundo lleno de símbolos que nos permiten identificarnos con los sentimientos de la tragedia, la felicidad, la desgracia o la dicha. Fellini lo sabía, como lo saben aquellos que se empeñan en defenderse de la vida a risas. Esa es la lección de Fellini.



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/CR

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