Columnas
Por Viviana Erika Solorio, activista de derechos humanos, asesora política, comunicóloga social. Mtra. Administración y Políticas Públicas con Enfoque en Gestión Política.
Corría el año de 1969…
Es injustificable que las autoridades durante décadas hayan permitido el incremento de la incidencia delictiva en las calles, en las escuelas, en los hogares y en los centros laborales, han hecho oídos sordos a las recomendaciones elaboradas por expertos. Es una burla porque hoy no encuentran la salida.
Era el 14 de diciembre de 1990, cuando se pusieron en marcha las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil. Hace más de 34 años se instó a diversos actores a prevenir y mejorar la calidad de vida de la niñez y la juventud del mundo.
Se recomendó:
“La creación de oportunidades, en particular educativas, para atender a las diversas necesidades de los jóvenes y servir de marco de apoyo para velar por el desarrollo personal de todos los jóvenes, en particular de aquellos que están patentemente en peligro o en situación de riesgo social y necesitan cuidado y protección especiales”.
El descuido y el deterioro en diversos ámbitos, puede provocar distintas problemáticas para los seres humanos, así lo afirma la Teoría de las Ventanas Rotas del profesor Philip Zimbardo de 1969. Las ventanas rotas deben repararse. Más de medio siglo constata el constante retroceso en políticas públicas por la ineficiencia de algunas autoridades que se enfocan en un buen discurso para “convencer” a las personas.
La Convención sobre los Derechos del Niño es un tratado internacional de las Naciones Unidas, adoptado el 20 de noviembre de 1989. Es el instrumento de derechos humanos más ampliamente ratificado en la historia y establece una serie de derechos fundamentales que deben ser garantizados a todos los niños y las niñas, sin discriminación alguna.
Parece una burla que los derechos humanos de todas y todos se sigan violando, los grupos más vulnerables se encuentran inmersos en problemáticas que ni las autoridades logran resolver, estamos rebasados porque no se ha trabajado puntualmente en la prevención del delito, los recursos económicos y humanos no se han dirigido eficientemente y eficazmente ya que muchas personas que ocupan cargos dentro de la administración pública no tienen la preparación suficiente para resolver los problemas que lastiman a las personas.
Tuve la necesidad de retomar mi columna publicada el 2 de abril de 2024, titulada: Las ventanas rotas deben repararse, ya que la información es sumamente importante para quienes están comprometidos para trabajar por el bien común, más allá de un discurso engañoso.