Columnas
Kansas City fue testigo de una noche mágica, una de esas en las que la música trasciende el tiempo y el espacio, hilando historias con acordes que estremecen el alma. Bajo la fastuosa cúpula del Kauffman Center for the Performing Arts, el legendario Mariachi Los Camperos elevó la esencia del mariachi a nuevas alturas en la monumental ópera “Cruzar la Cara de la Luna”, una obra que encarna el espíritu de la diáspora mexicana con una elocuencia que solo la música puede lograr.
Desde los primeros compases, la audiencia quedó cautiva por la maestría con la que Los Camperos, dirigidos por el insigne Jesús “Chuy” Guzmán, se adueñaron del escenario. Cada nota resonó como un eco de las historias que han cruzado el Río Bravo, como un susurro de nostalgia entre quienes han dejado su tierra natal en busca de un futuro mejor. ¡Ay, Jalisco, no te rajes! Parecía decir cada rasgueo de vihuela y cada vibrante acorde del guitarrón, mientras el violín lloraba con una dulzura que partía el alma.
Esta obra, reconocida como la primera ópera mariachi del mundo, es un prodigio que conjuga el drama operístico con la profunda raíz de la música tradicional mexicana. La historia de Laurentino, un hombre atrapado entre dos mundos, dos amores y dos patrias, encuentra en las voces y los instrumentos de Los Camperos el vehículo perfecto para transmitir su añoranza, su amor y su destino inexorable.
El público de Kansas City, envuelto en esta sinfonía de emociones, ovacionó de pie, conmovido hasta las lágrimas. Porque “Cruzar la Cara de la Luna” no es solo una obra; es el reflejo de una nación que ha llevado su esencia a cada rincón del mundo, con el mariachi como estandarte. Es la voz de un pueblo que canta, sufre y ama con la misma intensidad con la que una trompeta rompe el silencio de la noche.
Así, con la prestancia y el temple que los distingue, Mariachi Los Camperos volvió a demostrar que el mariachi no solo se escucha, se siente, se vive y se lleva en la sangre. ¡Viva México y viva la grandeza de nuestra música!