La verdad y la mentira se han vuelto factores de debate político en México. Los medios convencionales y más antiguos han encontrado en la mentira un pretexto para cuestionar al poder, pero en realidad son nuevos en las tareas de denunciar la alteración de la realidad en beneficio de intereses de unos pocos en lugar de favorecer las necesidades de la mayoría.
La verdad o la mentira radica en esta regla que no por clara es simple. Tal vez esa novatez los medios del siglo pasado carecen de métodos para informar, acostumbrados a difundir la información asada en intereses, se olvidaron de la necesidad e informar, sin importar que estar la población tiene en su trabajo uno de los más altos derechos.
Para los medios autoridad y verdad fueron gemelos en la defensa de intereses, una especie de dualidad que caminaba por la administración pública sin cuestionamientos. Mientras más altos eran los niveles de poder más incuestionables eran sus declaraciones. De esto están llenas las primeras páginas de un gran número de diarios del país desde hace un siglo.
Ahora, frente a una sociedad que no cree en los medios, acostumbrada a no creer en el gobierno, medios dan cuenta del acontecer nacional con la consigna de los intereses de unos cuantos y con un gobierno que invariablemente tiene otros datos, y no desmiente ni confirma su versión. La necesidad de informar e informarse cobra validez y peso. Se intuye primero para confirmarse después.
La sociedad exige una referencia que le conduzca a condiciones más ciertas, donde la lógica cobre presencia y lo dicho coincida con la vida cotidiana de la población.
Es decir, la verdad se acerca a la realidad por la vía de la necesidad de creer, pero no es suficiente, a veces se aleja de la población, la alejan quienes –intereses de por medio-- sucumben ante lo real, porque en ello van no sólo sus intereses sino a veces su libertad. El mejor camino hacia la verdad es la percepción personal que no por serlo es individual sino el encuentro de lo social en una impresión común de la realidad.
La verdad se esconde a pesar de que cualquiera puede verla, porque ante la crisis de credibilidad, surge una nueva manera de ver que desecha la pobreza informativa del pasado y surge la concepción de una realidad que cada día es más común a todos.
Cuando la verdad era propia de la autoridad, cuando se monopolizaba la interpretación del país, no se entendía que el poder era transitorio pero se hablaba de democracia. Ser interlocutor disidente era un peligro, y había sólo voceros de la parcialidad. Ahora los mexicanos a través de su percepción y conciencia, aprendieron a darse cuenta y actuar en consecuencia.