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Nuevos modos de ver

Nuevos modos de ver

Suplemento viernes 01 de marzo de 2019 -

Ha llegado al Museo Amparo de Puebla una muestra de arte contemporáneo de Latinoamérica: la Colección Phelps de Cisneros, que reúne obras de 70 artistas de 16 países, en un abanico de estéticas que revisan temas urgentes: la política, el feminismo, la migración, la desigualdad económica…

SONIA ÁVILA

Hacer un viaje por Latinoamérica. La tierra de las migraciones, de las dictaduras y las revoluciones, de las fronteras naturales y las construidas al absurdo. Por la Latinoamérica de sueños inconclusos. Un paseo por la diversidad cultural, por una miscelánea de lenguajes, un abanico de estéticas. Un recorrido por el arte de América Latina a veces oculto de los reflectores del mercado internacional. Esta es la invitación que hace la Colección Patricia Phelps de Cisneros al traer su acervo a México tras 13 años de ausencia.

Propone un paseo a lo largo de los rincones de un continente que se distingue por la pluralidad y la complejidad. Hacer un acercamiento a los modos de pensar, de crear, de producir y de percibir el arte. Es un trayecto que se despliega en el Museo Amparo, de Puebla, a través de 70 artistas de 16 países de América Latina y el Caribe; más de un centenar de piezas adquiridas por la pareja Phelps de Cisneros entre 1990 y el 2015 que responden a un tiempo-espacio definido por revoluciones de pensamiento.

Son compras fuera del mercado habitual (ferias, subastas o galerías). Son adquisiciones hechas a partir de investigar y visitar los talleres y los estudios de los artistas; el traspatio, pues, del arte. Y así de cerca cuestionar y pensar en sus exploraciones, asimilar sus lenguajes, entender sus localidades y, entonces, advertir que la contemporaneidad no siempre es lo que ocurre en las grandes capitales.

El viaje se propone a través de la exposición Portadores de sentido. Arte contemporáneo en la Colección Patricia Phelps de Cisneros, producida ex profeso para el Museo Amparo, en cuatro núcleos temáticos. Lo que caracteriza este acervo es servir como radiografía de la producción plástica de finales de siglo XX e inicios del XXI donde lo mismo tiene cabida la pintura y la escultura que la instalación y el video; donde es protagónico el exilio de centroamericanos y la devaluación económica de Venezuela –país de origen de la Colección– igual que la lucha feminista y discusiones de género.

Hay otros acervos contemporáneos que hacen de espejo de la realidad latinoamericana, pero éste consigue heterogeneidad en generaciones, lenguajes y geografías no visibles para el mercado formal. Conviven la argentina Amalia Pica (1978), que explora la memoria colectiva a través de intervenciones públicas, con el costarricense Federico Herrero (1978), quien trabaja en la abstracción pictórica, la venezolana de ascendencia coreana Suwon Lee (1977) centrada en fotoviajes por Venezuela, España y Perú, y la argentina Liliana Porter (1941), quien trabaja en grabado, pintura, dibujo, fotografía, instalación, teatro, video y arte público, entre otros más.

“Nos interesa entender las producciones locales y no sobreponerle el idioma occidental y juzgar si es contemporáneo o no desde esa mirada. Estamos respondiendo a lo que vemos al momento en el lugar de producción que son los talleres, y vemos diversidad”, lanza Sofía Hernández Chong Cuy, la curadora, quien incluyó fotografía, instalación, escultura, pintura, dibujo y video.

Más allá del despliegue para el Amparo, la colección en sí misma destaca el impulso de la experimentación donde el artista se convierte en portador del sentido de una idea. Esto es entender al autor de una obra como un creador intelectual incluso si hace investigación de campo y registro de la naturaleza o si retoma materiales de uso ceremoniales indígenas para intervenciones públicas. Se trata, pues, de conocer las tantas “caras” de Latinoamérica que existen como artistas y modos de pensar hay.

OTROS MODOS DE VER

La primera parada de este viaje es Cuba. La isla donde las tradiciones ancestrales se entretejen con los rezagos de un comunismo decadente, con una religión católica y un modo de vida occidental que se mira a la vuelta de la esquina. Ese país que José Bedia (La Habana, 1959) describe en la pintura Mamá kalunga. Una pintura semicircular que abre la muestra para hablar –desde la abstracción– sobre el universo dividido en upperworld y underworld. El nombre de la pieza refiere a la línea divisoria del horizonte que separa lo de arriba y lo de abajo. Si la mirada se concentra en el acrílico, se vislumbra el cráneo de un ancestro acompañado de dos sirenas. Son reflejo de ese contraste: la división de un mundo en dos.

Hernández Chong Cuy, actual directora del museo Witte de With en los Países Bajos, señala que le interesa destacar estas otras miradas en un ejercicio por comprender una región tan heterogénea. “La obra –afirma– está enmarcada dentro de las adquisiciones entre 1990 a 2015, un periodo donde comienza una gran circulación de artistas, caen las dictaduras y comienzan los procesos de democracia, procesos de neoliberalismo que crea un sistema de colaboración entre artistas y modos distintos de producir y percibir su entorno. Son otros modos de ver”.

Entonces nos lleva a Ecuador. Ahí Oswaldo Terreros Herrera (Ecuador, 1983) nos recibe con un textil tradicional donde presenta imágenes extraídas de Internet para reproducirlas de acuerdo al recurso tipográfico, uso cromático y manejo de la escala del tejido ancestral. La pieza es una comisión del artista a artesanos en un guiño a las prácticas capitalistas en su país. Y seguimos por el Amazonas de Venezuela, donde a partir de una estancia larga, Laura Anderson Barbata (México, 1958) consigue vincular la experiencia del campo y los modos de vida local con la filosofía. Presenta Santos y profetas, una serie de plumas de poder espiritual usadas desde la Conquista que ella lleva al cubo blanco.

“Lo que más me interesa de estos trabajos –continúa la curadora– es la narrativa que nos introduce en nuestra contemporaneidad; cierto, vemos trabajos abstractos y geométricos, pero se desdoblan en una serie de narrativas sobre problemas tan cotidianos que no vislumbramos, desde la migración y los desplazamientos de culturas hasta esta intersección que hace Anderson de objetos ancestrales”.

A manera de ruta con muchos puntos de intersección, la exposición también pasa por Guatemala, donde Alejandro Paz Navas filma el viaje de un indigente seguido por un guardaespaldas. Por Colombia, con la obra Pieza arcaica (doble yo), de Nadín Ospina; es una escultura de Mickey Mouse a manera de objeto precolombino que hace una reflexión sobre la influencia transculturales y los desplazamientos en las sociedades contemporáneas. Por México, con Mario García Torres, quien usa el video para relatar sobre un viejo hotel que un artista tenía en Kabul, en Afganistán; una historia que aborda influencias neoliberales.

Chile, Argentina, Venezuela y Honduras son los siguientes puntos de encuentro para hablar no sólo de las sociedades tangibles sino también de las imaginarias; los mundos ilusorios que mucho reflejan los reales. Los entornos urbanos que impactan con su diseño y arquitectura zonas rurales.

“Esta lectura nos permite entender a los artistas desde su perspectiva; por ejemplo, por qué no realizan videoinstalación en alguna región y otras sí, o cuáles son las implicaciones del pasado prehispánico de cada país, asimilar la tradición plástica local sin que esta exposición sea la única visión sobre el arte, es una mirada más, otra mirada”, refiere Hernández Chong Cuy.

LA RAÍZ VENEZOLANA

Venezuela, donde hoy luchan dos presidentes por el alto mando y la ayuda humanitaria no consigue entrar, es el origen de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, con sede actualmente en Nueva York y Caracas. Un acervo errante que se vale de museos de talla internacional para posicionar sus obras en la mira global. La colección nace formalmente en 1970 centrada en la producción latinoamericana, y con especial interés en la producción de su ciudad natal.

La curadora precisa que el acervo no es panfletario, pero es posible vislumbrar rasgos de la dictadura de Nicolás Maduro en algunas obras: “Si bien el origen de la colección es Venezuela hay un cuidado en los artistas de ese país. Dentro del acervo sí hay algunos venezolanos que viven en Caracas y muchos que han salido y en sus obras hablan de la situación política pero de manera implícita en investigaciones mayores; no se limitan a la política”.

Así recuerda a Ali González, quien utiliza el código penal de su país para construir una serie de huellas de barro sobre la sociedad venezolana. Lo mismo que Luis Molina Pantin, quien reúne alcancías que los bancos regalaban a sus clientes; el asunto es que estas empresas financieras venezolanas han desaparecido ante la devaluación económica.

Breves ejemplos de la actividad artística en uno de los países más complejos actualmente de América Latina. Una región que, según ensayos publicados por la misma Fundación Phelps de Cisneros, se ha adaptado al entorno sociopolítico para abrir paso a creadores jóvenes apoyados, principalmente, por espacios independientes que exploran lenguajes y modos para referir a su localidad.

Junto con Venezuela, acota Hernández Chong Cuy, México ocupa un interés particular en la pareja de coleccionistas Phelps de Cisneros. “A inicios de los noventa, con el boom del arte, claro que centran su mirada aquí, y en esta exposición vemos muchas mujeres mexicanas, como Pía Camil o Mario García Torres”.

Llama la atención la presencia de Tania Pérez Córdova, de quien se donaron dos obras al Museo Amparo: Call Forwarding (2013) y Person Leaning on his Elbow, un extra (2012) Es habitual que la colección obsequie obras a algún museo. Esto se ha convertido en una estrategia para colocar su acervo en recintos internacionales. En enero, por ejemplo, la fundación anunció que 200 piezas de su colección, realizadas por 91 artistas de 22 países, se unirían a recintos como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, el de Arte Moderno de Buenos Aires, el de Arte de Lima y el Blanton Museum of Art, de la Universidad de Texas, en Austin.



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IM/CR

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