Para las y los que habitamos en México, el derecho a la educación está garantizado en nuestra Carta Magna. La Declaración Universal de Derechos Humanos proclama que la educación es un derecho humano fundamental para todo el mundo, pero ¿qué pasa cuando en la esfera de la enseñanza las y los estudiantes viven la experiencia del aprendizaje en situaciones de desventaja y exclusiones, que incluso a veces no tiene que ver con las obligaciones del Estado (a veces sí), si no con el enfoque cultural y familiar con el que llegan niñas, niños, adolescentes y personal docente a las aulas?
A los centros educativos se llevan los conocimientos académicos, pero también lo que aprendimos en la familia y sociedad, que desafortunadamente a veces sigue siendo excluyente.
En muchas partes del mundo, niñas, adolescentes y mujeres jóvenes siguen siendo excluidas de los salones de clases, por el simple hecho de ser mujeres y en su lugar pasan a formar parte de las cifras de embarazo adolescente o matrimonio forzado.
Hoy me gustaría hacer evidente que la inclusión en la educación va más allá de un tema de género. La inclusión alcanza o debería de alcanzar también a quienes requieren educación especial y a las personas que viven con alguna discapacidad, o a quienes sus condiciones geográficas o étnicas les aleja de los planteles educativos.
Hablar de equidad en la educación, es hablar también de calidad del aprendizaje obtenido, el cual no debería de estar condicionado al código postal. Indudablemente existen otros factores que potencian el aprendizaje o que ponen en situación de desventaja a las y los estudiantes, como las redes de apoyo conformadas por familiares, medios de transporte eficientes, acceso a servicios de salud y nutrición, acceso a herramientas tecnológicas y conectividad, a la cultura y a las prácticas deportivas, que también representan un aporte importante en el aprendizaje académico.
No queda la menor duda de que la pandemia trajo consigo un impacto diferenciado en la educación. Tan sólo el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, reporta que cinco millones de estudiantes quedaron fuera de la escuela a causa de las pérdidas económicas, acrecentando la situación de exclusión, discriminación y segregación.
Afortunadamente existen colectivos conformados por jóvenes y adolescentes de diferentes niveles educativos en México, como #EvaluaciónJusta para exigir que la educación no sea un privilegio y menos aún que su calidad sea discriminatoria, que la enseñanza sea con libertad, alegría y sin estandarización.
Es momento de que las autoridades tomen acciones en beneficio de la educación, sin olvidar el lado humano y sensible, de la mano de la ciudadanía. El futuro de las siguientes generaciones es tarea de instituciones, organizaciones de la sociedad civil y de las propias familias.