En este moderno concepto de la integridad electoral, originalmente propuesto por Kofi Annan en un discurso de 2012 y posteriormente desarrollado por Pippa Norris a partir de 2014, la preocupación central de las y los investigadores y operadores de la función electoral es el debido funcionamiento del ciclo electoral entero y no solo el día de la jornada electoral.
Esto es así porque el ciclo electoral está en movimiento permanente y el proceso electoral, que en México terminó recientemente, es apenas uno de sus componentes, quizá el más intenso, y también porque la maquinaria institucional y las estructuras políticas y partidistas entran en una fase dinámica de interacción intensa entre sí en la arena pública.
Antes del cierre del año, conviene recordar la importancia del registro electoral, basamento de muchos de esos procedimientos y actos que estamos por presenciar, como ya lo hemos comentado en estas mismas páginas.
Dos reconocidos investigadores mexicanos, Irma Méndez y Nicolás Loza, nos lo recuerdan en un libro reciente: INTEGRIDAD ELECTORAL, MÉXICO EN PERSPECTIVA GLOBAL, en el que la mismísima Pippa Norris y dos coautores abordan específicamente la importancia del registro de electores para la integridad del proceso electoral en particular y del ciclo electoral en lo general.
El recordatorio es fundamental porque con frecuencia damos por sentado el buen funcionamiento de los procedimientos y autoridades registrales pues no están revestidos del glamur del que gozan los procesos internos en los partidos, el registro de candidaturas, las campañas, la instalación de las casillas, los escrutinios y cómputos, la fase impugnativa en tribunales o los resultados.
En efecto, en México, el trabajo registral y el registro mismo (funciones nacionales desde su origen antiguo) son los principales fundamentos del edificio comicial entero. A partir de los datos que contiene y resguarda se determinan el número de boletas y de diversos materiales electorales, la cantidad y ubicación de las casillas, el tamaño de los distritos, la dimensión del trabajo de reclutamiento y entrenamiento de los capacitadores electorales y de funcionarios de casilla, el registro de nuevos partidos, la continuidad institucional de los existentes e, incluso, su financiamiento, dependen del Padrón Electoral y la Lista Nominal y de sus ya muy probadas confiabilidad, precisión, cobertura, inclusión, transparencia, verificabilidad y validación política por los partidos. En otras palabras: integridad electoral.
Gracias al padrón electoral y los impecables funcionarios del Registro Federal de Electores del INE, en cada elección queda definida con toda nitidez la dimensión de la comunidad política mexicana, ese conglomerado de ciudadanos que podremos votar en nuestra casilla; sin esa claridad, sin esa integridad electoral, la comunidad política, simplemente, no existe ni se mueve ni vigila ni exige ni premia ni castiga y sin eso, no hay democracia posible.
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