La realidad económica y el panorama económico mexicano y regional no es optimista ni alentador, porque salvo en épocas de burbujas artificiales, nunca lo es.
El ser humano está diseñado para creer que siempre vive la peor época de la historia, y que lo que presencia tiene importancia “histórica”. Así somos. Baste decir que tampoco estamos en la peor crisis económica de los últimos 100 años, sólo en la peor caída del PIB. Y no es lo mismo, pero ese es el primer problema, nosotros creemos que sí, aunque la evidencia cotidiana diga otra cosa.
Según el INEGI, la industria de la construcción registró una disminución mensual del 5,6% en septiembre, y la generación, transmisión y distribución de electricidad, agua y gas por ductos al consumidor final descendió 3,1%. En el comparativo anual, la construcción cayó 17,2%, y la generación, transmisión y distribución de electricidad, agua y gas por ductos al consumidor final disminuyó 7,3%. Es obvio que la tasa interanual de crecimiento va a estar dos dígitos por debajo, sea cual haya sido.
Literalmente, hubo la necesidad sin precedentes de prohibir la actividad industrial casi en su totalidad, y se ha visto obligada a operar con una capacidad instalada menor. Ni a Bakunin se le hubiera ocurrido un experimento social anticapitalista de tal envergadura (otra vez, no se niega la necesidad sanitaria, solo el encuadre que deberían dar los medios, y que deliberadamente ignoran).
Aún sin tomar en cuenta los números interanuales, la caída es obvia, porque el rebote de los dos meses anteriores fue de dos dígitos a nivel macro; es decir, luego de cerrar totalmente, baja casi a cero, y al reabrir sube al 50 o 60%. Salvo que cada mes se reabriera luego de un cierre deliberado, la tasa no se mantendrá, es también obvio cuando se analiza con calma, aunque uno no sea economista (yo no lo soy, por eso a veces acierto).
Si luego de observar la realidad económica al cierre de este año (LA REALIDAD ECONÓMICA, NO SOLO LAS CIFRAS) no se concluye que la importancia del PIB como indicador único está sobrevalorada y es imprecisa, entonces el periodismo económico no tiene remedio. Basta comparar cualquier indicador de nivel de vida real para saber que esta no es la peor crisis en ninguno de esos sentidos, en México.
A nivel global es otra cosa, pero hay que analizar caso por caso. Un botón de recordatorio: en 1995 la tasa de interés bancaria subió de 14 a 106% en 90 días; en 1987 la inflación general fue de 120%; en 1982, el peso se devaluó más del 100% y por ende la inflación subió 100% (la sola implicación ya es grave).
Y así podríamos seguir. De nuevo, no es negar, no es minimizar, no es ser indolente. Muchas personas están en situación precaria, y hay que hacer algo. Es nada más observar. Ojalá se pueda.