El propósito de rescatar los cuerpos de los 65 mineros que murieron atrapados en la mina Pasta de Conchos en febrero de 2006, en Nueva Rosita, Coahuila, fue una promesa que despertó en los familiares de las victimas la ilusión de recuperar los restos de sus esposos e hijos y darles sepultura individual. El compromiso al final de dos años de administración lopezobradorista sale en más de 70 millones de dólares, por lo que ahora la propuesta es dejarlos enterrados en la mina, hacerles un memorial y darles tres millones de pesos a los deudos.
Si prometer no empobrece, sacarlos ya no les gustó a las autoridades de la Secretaria de Trabajo, esto por la fuerte inversión para el rescate de los cuerpos, estimada en 75 millones de dólares, mientras los trabajos podrían durar entre cuatro y ocho años, por lo que se ha planteado la alternativa de sólo levantar un memorial en recuerdo de las víctimas.
La minería es una actividad esencial para la economía mundial, cierto, pero son elevados los riesgos que implica. A lo largo de la historia, hechos como aquél han estado presentes en todas las épocas y en todas las partes del mundo donde se practica, de lo que se desprende que representa uno de los sectores donde más riesgos afrontan los trabajadores, tanto en lo inmediato como a mediano y largo plazo, ya que a la eventualidad de un accidente se añaden las graves consecuencias que esa actividad suele ocasionar en la salud de las personas.
Recordar a quienes ahí murieron no es un propósito menor, pero quizá fuese más provechoso rendir un tributo a los mineros fallecidos en Pasta de Conchos, mediante el establecimiento de medidas de supervisión más rigurosas, a través de condiciones de trabajo lo más libre posible de daños a la salud o a través del empleo de sistemas y mecanismos capaces de reducir las duras condiciones en las que debe realizarse esa actividad.
Es innegable que los sistemas de seguridad e higiene en las minas se han fortalecido, pero aún es mucho lo que queda pendiente, sobre todo, en lo que se refiere a la supervisión de las condiciones laborales y económicas en las que se desenvuelven miles de mineros en las diversas áreas de la metalurgia mexicana.
Al revisar las publicaciones de aquella, encontramos que durante los días posteriores a las explosiones que culminaron en la pérdida de 65 vidas, hubo declaraciones contradictorias entre los representantes del Grupo México, propietaria de la mina, y testimonios de trabajadores y deudos de los fallecidos, entre las que destacan que mientras los primeros afirmaban que no había señales de peligro, los segundos indicaban que días antes del siniestro se denunciaron situaciones como la concentración de gases explosivos en los tiros de la mina, que fueron ignorados por la empresa.
Cada quien con su conciencia…