Ciudad de México al borde del colapso sanitario, México entero presenciando el aumento desmesurado de contagios por Covid y el gobierno sólo observando.
El pasado lunes, el presidente López Obrador pidió, casi amablemente, a los ciudadanos no salir de sus hogares durante los próximos 10 días y, en caso de tener que hacerlo, que sea sólo por lo indispensable y manteniendo las ya conocidas medidas de sana distancia.
Mucha gente argumenta que, en un país en el que cerca del 55% de la población labora en el sector informal, es imposible quedarse en casa y, por supuesto, hay quienes aprovechan esa excusa para atiborrar las calles y los comercios con un desdén colectivo que, cada día seguimos pagando caro. Para muestra un botón: hemos presenciado imágenes de fiestas masivas canceladas en Lomas de Chapultepec, una de las colonias donde habita la población más adinerada de la Ciudad de México, esto raya en el colmo de lo absurdo y reta cualquier recomendación sanitaria al respecto.
Ahora bien, ¿es real el dilema entre la salud y la economía? ¿es cierto que ambas son cara de una misma moneda y no podemos mejorar una a costa de la otra? Creo firmemente que esta afirmación es falsa y el ejemplo más reciente nos lo regala Alemania.
Con la intención de mitigar los efectos económicos causados por la paralización de la actividad laboral y económica a causa de los confinamientos obligados por la pandemia, algunos países, como Alemania, han aprobado paquetes de medidas que van desde la inyección de liquidez a empresas, aplazamiento del pago de impuestos, subsidios laborales, creación de fondos para apoyar a emprendedores, suspensión de pago de alquiler, agua y luz de las pequeñas empresas, entre otros.
El principal objetivo de estas acciones está enfocado en evitar el despido masivo de trabajadores, así como el colapso de sus economías y, de esta forma, conseguir que la recuperación se logre lo más rápido posible.
Si ha llegado hasta este punto, bien podría el lector preguntarse de dónde sacará el gobierno mexicano para dar todos estos apoyos económicos en este país en dónde no hay presupuesto que alcance. La respuesta es sencilla y la dio el propio presidente el día de su Segundo Informe de Gobierno, donde presumió que su “política de austeridad” permitió el ahorro de un billón 300 mil millones de pesos en compras y contratos, aunque quienes conocen del manejo de las finanzas públicas y tienen tiempo de leer en detalle las cifras del informe saben que esto es un “subejercicio” y que cuando esto ocurre, el dinero no gastado, debe ser devuelto a la Secretaría de Hacienda y ésta puede destinarlo a otros rubros.
De manera que el dilema entre salud y economía estaría resuelto, no así el dilema electoral…