Columnas
El agua es una sustancia única en el Universo. Es una cantidad finita. No podemos fabricarla. Pero sabemos que sin esta maravillosa sustancia no existiría la vida como la conocemos. Siempre hemos denominado a la Tierra como el Planeta Azul y nos enseñaron que el 75 % de la superficie del planeta es agua salada. Siempre hemos pensado que hay más agua que tierra y no es así. Los avances tecnológicos nos han permitido conocer la realidad. El espesor de la frágil capa de agua salada que cubre el planeta es solamente de 3 diez milésimas del tamaño del planeta (diámetro de la tierra 12,762 km/3.68 km de espesor de los océanos = 0.0003). Esto quiere decir que si la Tierra tuviera un metro de diámetro, sería tan delgada como una cáscara de huevo. Si pudiéramos reunir esta agua en una esfera, sería menos de una milésima parte de la esfera de la Tierra.
El agua dulce es solo el 2.5 % del total de agua del planeta y el 97.5 % es agua salada. El 69 % de ese 2.5 % de agua dulce es el hielo de los polos y la nieve en las montañas y el 30 % es agua subterránea. Solamente el 1% de esta pequeña cantidad de agua dulce está disponible en los ríos y en los lagos. De esta minúscula cantidad de agua dulce disponible depende la vida de los 8,100 millones de seres humanos que habitamos el planeta. El Banco Mundial estima que existen 1,400 millones/km3 de agua en el planeta. 35 millones/km3 (2.5 % agua dulce) y nos dice que podemos acceder realmente al 0.3 %, lo que nos indica que tenemos 12,962 m3 por habitante.
Entonces el balance total es el siguiente: tenemos el planeta tierra, el agua del planeta, el agua dulce del planeta y la pequeñísima cantidad de agua dulce disponible. Entonces debemos aceptar esta cruda y riesgosa realidad. El futuro de la humanidad depende de nuestro manejo inteligente de esta minúscula cantidad de agua dulce. Pero somos muy irresponsables: estamos calentando el planeta con las emisiones de gases de efecto invernadero. Estamos contaminando terriblemente no solo el agua dulce disponible, sino también el agua salada de los océanos. Debemos abandonar estas prácticas depredadoras y cambiar nuestro comportamiento ante la alarmante realidad de que tenemos muy poca agua dulce.
*Carlos Alvarez Flores, Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C.
Experto en Gestión de Residuos y Cambio Climático
www.carlosalvarezflores.com y Twitter @calvarezflores