Columnas
Por más lejana que parezca la guerra entre Irán e Israel, sus repercusiones trazan líneas de tensión que tocan incluso a países que han evitado posiciones radicales.
Mientras el Medio Oriente se sumerge en un nuevo ciclo de violencia con ataques armados entre ambas naciones, México se presenta ante el mundo en voz de Claudia Sheinbaum Pardo, como un país que apuesta por la diplomacia, la cooperación y el multilateralismo.
La reciente participación de la mandataria mexicana en la Cumbre del G7 celebrada en Canadá responde a una lógica internacional que busca fortalecer los lazos económicos, tecnológicos y ambientales de México con las potencias del norte. No es un gesto menor. En medio del caos geopolítico global, el país ofrece una imagen de institucionalidad y voluntad para integrarse a debates internacionales sin renunciar a su soberanía.
Mientras misiles impactaban en el territorio israelí, en una de las represalias más graves del régimen iraní en años, la mandataria mexicana dialogaba con líderes del mundo sobre cooperación para el desarrollo, combate al cambio climático y la necesidad de enfrentar juntos los retos migratorios. Ese contraste define un tipo de liderazgo que prefiere construir puentes en lugar de alentar polarizaciones.
México se ubica así en un punto estratégico. Por un lado, observa con atención cómo se agudiza el conflicto en Medio Oriente, consciente del efecto que estos enfrentamientos generan en los mercados internacionales, particularmente en los precios del petróleo. Por otro lado, ofrece una narrativa diferente, centrada en la paz, el respeto entre naciones y el fortalecimiento de los derechos humanos.
La presencia de la mandataria mexicana en el G7 no surge de manera aislada. Su participación representa un mensaje de apertura al mundo, pero también de resistencia frente a los discursos militaristas. Su presencia ocurre justo cuando otros actores globales desestiman los principios básicos del derecho internacional y se enfrentan con violencia.
El papel de México en la coyuntura actual tiene relevancia no solo por la Cumbre del G7, sino también porque mantiene un equilibrio entre su cercanía con los Estados Unidos y su identidad como nación independiente, con una política exterior sustentada en la no intervención y la solución pacífica de controversias.
Frente a las escenas de destrucción en Gaza y Tel Aviv, México fortalece su papel en foros multilaterales. El mensaje implícito es claro: es posible ejercer liderazgo desde la firmeza diplomática, sin recurrir al uso de la fuerza o las amenazas. Un contraste evidente con el tono bélico que emana desde las ciudades de Teherán o Jerusalén.
Por si fuera poco, Sheinbaum Pardo, al asumir su rol internacional, evita que los asuntos internos pierdan fuerza o atención. Por una parte, dejó su presencia de gobernanza a través de la titular de la Secretaría de Gobernación, que dirige Rosa Icela Rodríguez; por el otro, no desaprovechó el diálogo telefónico con su similar de los Estados Unidos, Donald Trum, quien se ausentó de último momento de la sede de esta Cumbre internacional.
De esta forma, México se consolida con una nueva narrativa internacional, que lo ubica como un país promotor de la paz. La elección de Canadá como anfitrión y la invitación al país al G7 no son fortuitas. Sheinbaum es reconocida por reivindicar los derechos sociales, las alianzas económicas inclusivas y la inversión en bienestar como antídoto a las causas estructurales del conflicto.
*Periodista | @JoseVictor_Rdz
Premio Nacional de Derechos Humanos 2017