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¡Mucho ojo!

¡Mucho ojo!

Columnas lunes 05 de octubre de 2020 -

La experiencia con las instancias de procuración de justicia y seguridad pública, en calidad de víctima, pocas veces, o nunca, es grata. Antes bien, resulta un evento traumático que se desea irrepetible. La buena atención que pueda brindar la autoridad al ciudadano es opacada por la sensación de vulnerabilidad que deja la fechoría consumada.
Por ello, la prevención es prioridad en cualquier proyecto de seguridad ciudadana. Los tres órdenes de gobierno elaboran estrategias y destinan tiempo y recursos a implementar políticas que disminuyan la fragilidad del ciudadano ante la delincuencia.
El peor enemigo de la política pública es la discontinuidad. Pocas campañas de prevención sobreviven por buenos resultados que hayan brindado. Algunos lectores recordarán el famoso “¡Ojo, mucho ojo!” de los 80. Mensaje sencillo y útil, aun a 40 años de su emisión.
Desconozco si en otras culturas, la frase: “Mucho ojo”, tenga una connotación tan amplia como en México. “Echar ojo” es agudizar los sentidos ante una potencial amenaza; es alertar al ciudadano y colocarlo en anticipada actitud defensiva ante una situación de riesgo.
Dicha campaña televisiva capacitó a los adultos para instruir y aconsejar a los menores. Éstos, a su vez, identificaron al generador del riesgo. Eran difundidos por personajes de moda, empáticos con grandes y chicos. El eterno Chabelo era de ellos.
En segundos, posicionaban tres mensajes claves en la prevención: quien obliga a guardar un secreto a los padres, no es amigo y sí, en cambio, alguien de quien se debe tomar distancia. Detrás de lo fácil, hay un engaño que pone en riesgo al ingenuo y, el más importante, que es posible cuidarse a sí mismo.
De forma paralela, otra campaña para contener la violencia en el hogar tuvo un éxito rotundo. Se llamó Cuenta hasta diez. Simple y directa. Cuando la ira estaba por invadir al potencial agresor, un conteo hasta 10 invitaba a meditar sobre las casuas del frenesí, para convertirlas en una experiencia positiva.
La televisión influyó por décadas en nuestra sociedad. Esto tuvo su lado positivo y su opuesto, claro está. A través de la TV fue posible ver, en algún momento de la historia de México, a Octavio Paz y Juan José Arreola hacer monólogos. La basura invadió los contenidos a grado tal que en la década de los 90 y lo primeros diez años del milenio, el mismo espacio lo ocuparon personajes como Adal Ramones.
La TV y la radio cumplieron en su momento un rol de generadores de conciencia, con campañas simples y de bajo presupuesto, como las mencionadas.
En pleno Siglo XXI, cuando la tv ha cedido su lugar a las plataformas digitales y las redes sociales, los mensajes de prevención se extravían en la polusión que el ser humano consume a diario desde teléfonos inteligentes y ordenadores.
Vivimos en una modernindad en la que vale intentar que lo simple y obvio se vuelva otra vez novedoso. Como la costumbre de “echar ojo”, único principio que, actualizado al mundo circundante, es capaz de imponerse a las más sofisticadas amenazas.


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