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AL OJO DEL AMO

AL OJO DEL AMO

Columnas lunes 12 de octubre de 2020 -

Por Alejandro Pérez Corzo

Desde hace tiempo, paralelamente a las ocupaciones que ponen el pan en la mesa de mi familia, me ha dado por involucrarme en las causas de mis vecinos. En el camino, junto a la satisfacción de participar en causas que estimo justas y hasta urgentes, he encontrado cosas preocupantes, como el poco interés de los ciudadanos por la política local.

En días pasados, lancé en mi cuenta de twitter, @alexperezcorzo, una muy rústica encuesta de la que se desprende que más del cincuenta porciento de los que participaron, afirmaron no conocer al menos un nombre de las personas que ocupan uno de los siguientes tres cargos: diputado local, diputado federal y alcalde. Solamente el 20 porciento afirmó conocer el nombre de los tres.

Además de lo minúsculo de la muestra (40 personas), hay que tomar en cuenta que son individuos con algún grado de interés por la política, acceso a internet y cuenta de twitter, por lo que se puede pensar que en la población en general el resultado sería aun menos alentador.

El hecho de que la gente no conozca a quienes de manera más inmediata y directa los representan no es de relevancia menor.

Los problemas que más agravian a la gente, se resuelven o se complican en el ámbito de competencia de su alcalde, con el presupuesto que pelean, o no, los diputados tanto en el Congreso federal como en el local.

La cultura política mexicana ha perpetuado la imagen de que el político es el mandamás y el ciudadano el que obedece, tolera, pide y hasta agradece. Los ciudadanos no entendemos que los políticos son nuestros empleados y que cuando salen a pedir nuestro voto lo que en realidad nos están pidiendo es empleo. Es por ello, que resulta sorprendente lo poco que conocemos a nuestros subordinados más importantes, de los que depende nuestra seguridad, nuestra comodidad, nuestra salud, el ambiente en el que hacemos negocios generando empleos, la educación de nuestros hijos y el acceso a la cultura.

Mal hacemos en no revisar su solicitud de empleo: dónde viven, qué estudiaron, dónde han trabajado antes, si sus patrones anteriores los recomiendan, qué metas se proponen en caso de ser contratados, porqué medio les podemos girar instrucciones y hacerles saber nuestra opinión sobre su trabajo pero, sobre todo, cuándo y cómo nos van a informar de sus avances.

Son muchas las deficiencias de nuestra democracia representativa pero debemos de reconocer que no todas son sistémicas ni atribuibles a los políticos. Nosotros, los ciudadanos, en nuestro rol de jefes, de patrones, tenemos la obligación de llamar periódica e intensamente a cuentas a nuestros representantes más directos.

Como reza la sabiduría popular, al ojo del amo, engorda el caballo.


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/CR

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