Columnas
Antonio Rodríguez
Un triángulo amoroso. Dos jóvenes que se reencuentran por casualidad en la ciudad. Ella lo reconoce a él, que tan solo iba pasando por fuera de la tienda donde ella trabajaba. Cuando eran niños vivieron en las afueras de Seúl. Ahora de grandes ambos están perdidos.
Jongsu (Ah-in Yoo) es un joven solitario, retraído y apesadumbrado que sueña con ser escritor, le es inevitable caer en las redes de la belleza de Haemi (Jong Seo Jung) la cual le pide que cuide de su gato cuando este se vaya de viaje, el sin mucho dudarlo accede, y esa sencilla acción que pareciera poco importante para la trama, es el pistoletazo para que entremos en convencionalismo de que esta historia no va a terminar bien.
Por algún motivo él parece no confiar en ella, y a nosotros como espectadores esta sensación nos invade y se acrecienta cuando el tercero en discordia, la parte faltante del triángulo, aparece en escena. Ben (Steven Yeun) envuelto en un halo de belleza y de riqueza que solo a la gente que nace bajo esa estirpe se le siente natural. Un joven millonario que ella conoció durante su viaje.
A Lee Chang-Dong se le tiene como un Director maestro, y lo es, meticuloso, parsimonioso, certero, e incómodo. Burning refleja los aspectos principales de su cinematografía, las cual es por demás espaciada. Antes de este filme, no había trabajado en ocho años.
A Jongsu el dolor de ser abandonado por su madre y tener a su padre en la cárcel le han convertido en un joven receloso, pero que al estar carente de cariño y aprecio, deja llevarse a las sensaciones y vivencias que le proponen sus ”nuevos amigos” de los cuales nunca se fia, pero a los cuales ,también ,le es difícil dejar, en algún momento le preguntan a qué escritor admira, Faulkner, responde seguro, pero recurre a Fitzgerald cuando necesita ejemplificar el recelo que le causa el personaje de Ben.
Faulkner decía “ Entre el dolor y la nada, prefiero el dolor”, por ello no resulta difícil de entender que nuestro protagonista evite dejarse llevar por sus sensaciones, a pesar de que el mismo ve venir que habrá dolor. Fitzgerald era un receloso de la pobreza, nacido en la miseria y empecinado en no morir allí, esta sutileza se imprime calmadamente, muy calmadamente, por parte del director, que toma retazos no solo de ambos escritores, sino también de Haruki Murakami y su cuento corto, Quemando Granero.
Burnin es densa y por ende difícil de digerir. No es obvia para nada y deja la sensación de que algo se esconde, de que tal vez y solo tal vez, al final del filme estemos como Jongsu, limpiando solamente la mierda imaginaria de gato imaginario.